Siempre recurro a la RAE, porque qué mejor que la Real Academia para darme razones en los términos lingüísticos. Dice que Incongruencia es esa falta total de coherencia entre varias ideas, acciones o cosas. Y amplia con esta expresión singular en la que nos afirma que «no ve incongruencia alguna entre ternura, decoro y nobleza que trasunta cada palabra de Cervantes y las irregularidades o aún la abyección que algunos le reprochan» y, sin embargo, veo mucha incongruencia en las diatribas políticas de nuestras Cortes o en las actuaciones de nuestros máximos dirigentes o mandatarios. Y si no, díganme cómo podemos definir la presencia de algunos ministros del gobierno en la Fiesta Nacional, Día del Rey, Día del Hispanidad, o cómo queramos llamarlo, cuando el ejército suele rendir honores al Jefe del Estado y al Gobierno presente, cuando unos días antes habían manifestado un no rotundo a la monarquía, su falta de apoyo al Jefe del Estado actual, o su aversión hacia la corona.
Pero, me dicen algunos de los contertulios que leen estas reflexiones, que «por Dios, no me estoy dando cuenta que estamos en España», y aquí, ahora en estos tiempos que corren, puede pasar de todo, se perdona cualquier cosa irreverente, se desploma el pensamiento de respeto hacia la Constitución y se entra en una espiral sin sentido, o ¿no es así?, me decía Carlos hace unos días. Y así es, triste confusión la que nos invade, o más que ello, triste desengaño en cada acción democrática cuando la democracia carece del contenido más puro.
Pero hay que pensar mejor hacia dónde debemos de ir. Creo, porque soy pesimista, que la sociedad ha perdido bastante capacidad de reacción, o tal vez, de compromiso, por desgaste, o por incapacidad moral, o por desengaño, pero debemos ser insistentes y actuar siempre con la dignidad que nos hizo ser un país ejemplar para otros.
La democracia nos permite opinar con respeto, nos permite decidir en cosas permitidas por las leyes, nos permite afirmar nuestro pensamiento sin miedo a represalias, claro que sí, pero también la democracia nos debe de regenerar en cómo y qué llevar a cabo sin perder un ápice de su contenido filosófico, ese que determina la moral personal de cada uno de nosotros, aceptando las reglas. Monarquía, sí o no; República, sí o no; Constitución nueva, sí o no; Leyes más democráticas y solidarias, sí o no; pues adelante, pero paso a paso, sigamos lo establecido, el curso legal de los acontecimientos, sigamos los tiempos permitidos, respetemos la Constitución actual, los poderes del Estado actuales, los mecanismos de Justicia establecidos, las Cámaras donde están nuestros representantes legales y sus decisiones; y sobre todo, seamos Congruentes, digo yo, los de abajo que apenas pintamos nada, y los de arriba, que parece que pintan mucho, pero no utilizando el pincel adecuado en todos los casos.
Tomemos el ejemplo de Stephan Covey cuando afirmó que «las personas que llegan a ocupar los buenos puestos son las proactivas, aquellas que son soluciones para los problemas, y no problemas ellas mismas, que toman la iniciativa de hacer siempre lo que resulte necesario, congruente con principios correctos, y finalmente realizan la tarea».