Lleva seis años de forma permanente y fija en la segunda planta del Museo Municipal de esta ciudad. Se denomina exposición Arte popular del mundo y se nutre de la colección que en la década de los 90 cedió el crítico de arte y periodista, Juan Ramírez de Lucas, al Ayuntamiento capitalino.
Alrededor de 170 piezas, de las más de 20.000 que integran la colección, se muestran en paredes y vitrinas, en un montaje expositivo protagonizado por el color rojo y complementado con audiovisuales y paneles informativos. La exposición permanente, inaugurada en septiembre de 2008 por la entonces alcaldesa socialista Carmen Oliver, recibe una media de 30.000 visitas cada año, visitantes que son recibidos por dos grandes cometas de dragón que dan la bienvenida a un discurso expositivo protagonizado por aquellos objetos elaborados por los seres humanos para representar sus ideas más profundas.
Realizados en todos los materiales imaginables de forma artesanal, mayoritariamente de forma anónima, estos objetos se crearon para plasmar y concretar las inquietudes de sus creadores: ideales, valores, esperanzas, alegrías y penas. En definitiva, el arte de las civilizaciones.
Además de crítico de arte, periodista y escritor, Juan Ramírez de Lucas se especializó en arquitectura y arte popular. A lo largo de su vida y gracias a su multitud de viajes, este albaceteño fue reuniendo miles de objetos y artículos elaborados con las manos, comprados en los cinco continentes, con los que montaba exposiciones temporales con ocasión de los carnavales, el verano o las navidades, en diferentes salas de esta capital. Fue en 1990, estando Carmina Belmonte en la alcaldía, cuando se firmó la cesión de toda la colección, alrededor de 20.000 objetos, con el compromiso de que el Ayuntamiento crearía el Museo Internacional de Arte Popular Ramírez de Lucas, un lugar donde preservar para el futuro la mayor cantidad posible de obras que los diferentes pueblos han realizado desde la segunda mitad del siglo XXhasta nuestros días y que, de no coleccionarse, se perderían en el tiempo.
Un proyecto que vio la luz hace seis años pero reconvertido en una exposición permanente, dividida en tres bloques, que hablan de la naturaleza, la vida y las ideas. En lo que va de año, esta pequeña colección de arte popular ha sido visitada por 18.000 personas, espectadores que por lo general acuden a ver las exposiciones temporales de la planta baja y primera del Museo Municipal y que aprovecha su estancia para subir hasta esta original y única muestra.
mensaje intrínseco. Allí se encuentra con un conjunto de piezas originarias de los cinco continentes, abiertas a todas las culturas, objetos para admirar por su belleza extrínseca y por llamar a la reflexión sobre su mensaje intrínseco: la relación que establece el ser humano con el medio natural, con su propia vida como individuo, con las grandes cuestiones que conmueven la existencia humana.
En uno de sus bloques, denominado El ciclo de la naturaleza, se hace referencia a nuestra tierra y a sus estaciones, a los ritos, acciones y festividades ligados con determinados momentos del día o del año. Objetos que tienen un uso concreto y estacional y que demuestran que todos vivimos en el mismo planeta, inmersos en un mismo ritmo cambiante.
Desde las formas más sencillas de dependencia de la climatología y la geografía, a los más elaborados desarrollos tecnológicos de cambio climático, el tránsito estacional, con su repercusión sobre las personas y las colectividades, han incidido en su equilibrio.
Ya sea con el respeto reverencial a la gran madre naturaleza y la explotación limitada a los mitos y ritos agrarios o desde la soberbia del humano transformador del medio, explotador irrefrenable de la naturaleza, la humanidad vive en la permanente encrucijada del vínculo que establece con su propio planeta.
El ciclo de la vida es el segundo bloque de esta exposición, donde se representa la festividad del nacimiento, las risas de la infancia, el paso de la pubertad, donde se admira la fortaleza de la juventud, la serenidad de la madurez, la sabiduría de la senectud y donde se llora por la pérdida de los seres queridos. Jugar, aprender, reproducirse, enseñar, morir, fases de vida común y diferentes que los pueblos representan de diferente manera, pero siempre con el mismo significado.
Objetos artesanales realizados en las selvas, en las ciudades, en los desiertos y en las playas, siempre relacionados con el medio natural en el que se vive, siempre modificadas por los valores colectivos de la etnia, siempre construidos, aceptados o rechazados según el medio económico en el que las personas los cumplan.
El tercer y último apartado de esta exposición permanente hace referencia a El ciclo de las ideas. El panel explicativo de este bloque aclara que, frente a la veleidad de los artistas y los mercados del arte de autor, «el arte popular presenta en nuestro mundo el valor sólido de ser la obra de las personas; en ellas, la belleza está presente y es reconocida por la propia cultura que la genera y, a la vez, el mensaje trascendente de lo realizado es comprendido y conocido por su sociedad».
Para realizarlo, el ser humano establece «una compleja trama intercultural desde la perspectiva vital de los individuos, el momento de las colectividades, la relación con la naturaleza y el que establece con las otras culturas». En definitiva, una trama que interactúa entre sí, con el medio y con las personas creando presencias reales en la vida humana.
En su conjunto, la exposición ofrece un amplio abanico de materiales con los que los distintos pueblos y civilizaciones representan su arte más popular:maderas, pan de oro, metales, textiles, pinturas, cerámicas, barro... para esculpir, pintar, modelar y coser todo tipo de expresiones artísticas difícil de encontrar en otro lugar que no sea Albacete.