Parece que fue ayer... pero no, fue hace tres décadas. La cuenca del Júcar intentaba salir de una sequía de tres años, en la que había llovido un 20% menos.
En Albacete, la situación era aún peor. Según los registros de la Confederación Hidrográfica (CHJ), en el momento más duro, la precipitación había sido entre un 25% y un 50% menos.
Tras décadas de explotación del acuífero de la Mancha Oriental, éste daba síntomas de agotamiento. Ya había avisado en los 80, con una bajada progresiva de los niveles.
Pero esto era distinto. La relación entre el río Júcar y las aguas subterráneas que tenía debajo se había invertido, así que cuando el pantano de Alarcón cerró sus compuertas, el cauce se secó.
Confluencia. En este contexto tan complicado, en medio de un intenso debate social, económico y ambiental, se celebró una reunión entre varios grupos de regantes que, hasta entonces, habían hecho cada uno la guerra por su cuenta.
Sucedió en noviembre de 1994. Esa reunión fue el punto de partida para crear la Junta Central de Regantes de la Mancha Oriental (Jcrmo) que, desde su inicio, se empeñó en crear su camino.
En 1995, llegó la constitución formal, pero no como comunidad de regantes, sino como corporación de derecho público. Legalmente, la Jcrmo es una prolongación del organismo de cuenca.
Desde su nacimiento, su objetivo siempre fue la gestión. Pero eso no se notó en los primeros años, los más intensos desde el punto de vista mediático, los de la pancarta y la reivindicación.
El 'tocinazo'. El momento álgido de esta primera fase de confrontación se conoció entre los medios de Albacete de entonces como el 'tocinazo' porque, en 1997, una sola frase de la ministra de Medio Ambiente de entonces levantó ampollas.
«Históricamente -dijo Isabel Tocino- los caudales del Júcar son solo de los usuarios valencianos». La respuesta también fue histórica: 40.000 personas en las calles de Albacete, tras una gran pancarta que decía El Júcar, un río de todos.
En 1998, la Mancha Oriental ya aparecía en el primer Plan Hidrológico del Júcar, con 320 hectómetros cúbicos, 80 hectómetros de aguas superficiales para reemplazar extracciones del acuífero, más otros 65 vinculados a dicha sustitución de bombeos.
Tras este logro, la lucha cambió de terreno. En 2001, los regantes valencianos cedieron al Estado la gestión del pantano de Alarcón y en 2004 llegó una célebre sentencia del Supremo, que obligaba a la Comunidad Valenciana a asumir la gestión de sus cuencas intracomunitarias y anulaba los trasvases del Júcar a las cuencas levantinas.
El largo 'impasse'. El fallo llegó a bloquear la tramitación del segundo Plan de Cuenca, que acumuló tanto retraso que casi se solapó con el tercero. La situación sólo se desatascó con una solución 'gatopardesca' en la que todo cambió para seguir igual.
El BOE le dio la razón a la Jcrmo, pero a título «provisional» mantuvo las cosas como estaban. Desde entonces, los planes de cuenca han seguido la misma dinámica, un recorte progresivo que, sobre el papel, se compensa con asignaciones vinculadas a las obras de la sustitución de bombeos.
Sin embargo, las obras avanzaban tan lentamente que, al final, las compensaciones no llegaban o lo hacían con cuentagotas. La primera fase se inauguró oficialmente en 2006; la tercera comenzó a construirse el año pasado, el 2023.
La época de las encendidas polémicas de las «guerras del agua» llegó a su fin. Empezaba una etapa más centrada en la gestión y el desarrollo de lo que hoy se conoce como el Modelo Mancha Oriental.
Gestión y control. Este modelo consiste en Planes de Explotación que aprueban y gestionan los propios regantes, bajo supervisión de la CHJ y de un moderno sistema de control del uso del agua basado en la tecnología de la teledetección.
Los sistemas de gestión han sabido adaptarse a cambios radicales, como el paso de cultivos como el maíz al auge actual de los leñosos y, de momento, han resistido las primeras embestidas del cambio climático.
Pero lo más importante es que el motor de la economía albacetense, casi 100.000 hectáreas de regadío, sigue en funcionamiento.