Una pequeña urbe con 300 moradores

MAITE MARTÍNEZ BLANCO
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El centro penitenciario de la Torrecica, una prisión pensada para 130 internos preventivos, cumple sus 35 años de servicio con 300 reclusos que cumplen condena

A tan solo 6.000 metros de la capital, en el kilómetro 72 de la carretera de Ayora, hay una pequeña urbe que a día de hoy tiene 302 moradores. Son los presos que cumplen condena o esperan juicio en el centro penitenciario de La Torrecica. Casi todos son hombres, por cada nueve varones solo hay una mujer presa, una ratio que se mantiene en el conjunto de las prisiones españolas.

La Torrecica ha cumplido sus 35 años de servicio. Su apertura en 1981 revolucionó la política penitenciaria de Albacete. Se pasó de la vieja cárcel del Puente de Madera donde convivían todo tipo de presos en un espacio único, a un centro donde era posible clasificar los internos. Aquella prisión de ladrillo cara vista que se construyó para albergar a 130 internos preventivos ha tenido que adaptarse a los nuevos tiempos. Su población ha llegado a triplicar esa capacidad inicial, como sucedió en 2011 que llegó a tener 340 internos. Ese fue el año que más reclusos alojó, según reflejan las memorias del Ministerio de Interior. Quienes la visitan a diario dicen que con la apertura en 2010 del Centro de Inserción Social (CIS) y la supresión de las celdas de brigada, que tenían hasta seis camas dispuestas en literas, la situación ha mejorado bastante. Hoy la mayoría de las celdas son de dos camas.

Más vigilantes. De lo que se quejan sus trabajadores es de la escasez de personal de vigilancia. Según la relación de puestos de trabajo (RPT), el centro penitenciario debería tener 170 trabajadores, una plantilla que incluye desde el director a psicólogos o enfermeros. Haciendo labores de vigilancia hay 62 trabajadores, más otros 16 que se encargan de supervisar las comunicaciones de los presos con sus familiares o sus abogados. En el centro penitenciario los reclusos están repartidos en siete módulos. Hay uno de enfermería, otro exclusivo de mujeres y cinco módulos residenciales de hombres con una ocupación de unos 40 reclusos por módulo.  

«Menos de un funcionario por módulo no puede haber y dada la escasez de vigilantes tenemos complicado hasta cogernos las vacaciones», se queja Luis Bayo, portavoz de Acaip en Albacete, sindicato mayoritario de prisiones, que reivindica la presencia al menos de dos funcionarios por cada uno de los módulos, al menos en aquellas unidades que son consideradas más conflictivas porque albergan a «presos más peligrosos». Quizás un vigilante pudiera ser suficiente en los denominados módulos de respeto, de los que hay tres en La Torrecica, dos de hombres y el de mujeres, «a estos módulos van los internos que se comprometen a tener buena conducta, son módulos libres de droga, donde los internos se autogestionan, se organizan para hacer la limpieza, tienen sus comités de bienvenida cuando llega un interno nuevo e incluso fijan sus propias sanciones cuando alguien no cumple las normas».

En los otros módulos, insiste el sindicato, qué menos que tener dos vigilantes por turno. «Hay internos que causan conflictos, a veces son presos con problemas psiquiátricos que son explosivos, en cualquier momento pueden ocasionar lesiones a otros internos o a funcionarios», describe Bayo, que recuerda el episodio que sufrieron hace unas semanas con la agresión de un preso muy violento.

«Hubo suerte, aquel día el compañero pudo recabar ayuda y pudieron reunirse cuatro funcionarios, pero este verano por ejemplo quedará un solo funcionario por módulo, el que tenga un incidente no podrá acudir en ayuda de nadie». El problema, recalcan desde Acaip, se produce porque hay un nutrido número de vigilantes que se están jubilando o pasando a la segunda actividad, sin que sus plazas sean cubiertas, «solo han venido tres funcionarios de prácticas, pero solo en jubilaciones hay muchas más».

El año pasado en La Torrecica se registraron 46 incidentes, según los datos manejados por Acaip, de los que 11 fueron muy graves, 27 graves y los ocho restantes leves.

Vivir en el talego no es fácil. Se pasan muchas horas en el chabolo, como se refieren a la celda en argot carcelario, y el desánimo cunde. Un 43% de los presos que cumplen condena en las cárceles de la región son reincidentes, un porcentaje que ha bajado en los últimos años, pero que demuestra lo difícil que es salir de la espiral de la marginalidad que empuja a delinquir.

Qué han hecho. No hay datos a nivel provincial, pero sí a nivel nacional que se pueden extrapolar para conocer las causas que llevan a los presos a vivir entre rejas. El 38% de los hombres que está en la cárcel es por delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico, y el 22% han sido condenados por delitos que tienen que ver con las drogas. En las mujeres, los delitos contra la salud pública pesan más (41%), mientras que el 33% han sido condenadas por delitos contra el patrimonio.

En los últimos tiempos, -los datos se refieren de 2010 a 2014-, ha bajado el número de presos que están en las cárceles por robar (delitos contra el patrimonio, un 10% menos) y también por trapichear con drogas (los presos por delitos contra la salud pública han caído en un 19%), por el contrario han aumentado los que están en prisión por homicidios (27%), los que ingresaron por alterar el orden público (29%) y, sobre todo, los que han cometido delitos contra la seguridad en el tráfico (34%).

Se sabe, igualmente, que por cada preso extranjero hay tres presos españoles.