Tiempo de reaprender a escuchar y ver

Ángel Fernández Collado
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«Necesitamos prepararnos, alentar la conversión del corazón para recibir la gracia que nos viene a traer el Niño de Belén»

Tiempo de reaprender a escuchar y ver - Foto: José Miguel Esparcia

Leemos en el libro del profeta Isaías en este tiempo de Adviento: «Aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos. Los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor, y los pobres se llenarán de júbilo en el Santo de Israel; porque habrá desaparecido el violento, no quedará rastro del cínico; y serán aniquilados los que traman para hacer el mal» (Is 29, 18-20).

El Adviento es tiempo de reaprender a escuchar y ver. Aprender a escuchar la Palabra de Dios que se nos revela, privilegiadamente en la Sagrada Escritura, pero que resuena también silenciosa y discreta en el gran libro de la historia humana, en las páginas modestas de la realidad cotidiana. En el Adviento pedimos al Señor que viene que nos abra el oído para saber escucharlo a Él hablándonos en la vida de tantos hermanos y hermanas nuestros silenciados.

Es tiempo de reaprender a ver, libres de las tinieblas de las afecciones desordenadas, la realidad como Dios la ve. Aprender a ver con su ternura y su compasión; ver cómo los humildes se alegran en Dios y nos enseñan porqué alegrarnos. El Adviento, como anuncia el profeta, renueva nuestra esperanza de que será el Señor quien viene a poner las cosas en su lugar: según los criterios de su Reino donde los últimos son los primeros, los débiles son los fuertes, los pobres son los que nos enriquecen con su solidaridad.

Sabemos, por experiencia, que en un mundo en el que con mucha frecuencia los injustos vencen y los débiles son descartados, la concreción de esa Esperanza es gracia y es ardua tarea. No habrá justicia sin hombres y mujeres justos, no habrá solidaridad si no hay manos que comparten el pan, no habrá buena noticia a los pobres sin labios que la anuncien y no habrá Esperanza sin pies que caminen el camino al lado de su Pueblo. Por eso necesitamos prepararnos, alentar la conversión del corazón para recibir la gracia que nos viene a traer el Niño de Belén.

¿Qué podemos hacer para ayudar a esa conversión en este tiempo? Como bien aconseja Juan Bautista, no hay mejor modo de prepararse que compartiendo, despojándose para ayudar a enriquecer. «El que tenga...que dé...». Y no sólo eso sino también ayudar a que la sociedad sea un lugar un poco más justo para vivir. Juan les dice a los soldados: «...No extorsionéis a nadie...», y a los publicanos: «...no exijáis más de lo estipulado...». La conversión comienza por hacer con rectitud lo que nos corresponde.

Una vida mediocre es una estafa a Dios y a nuestros hermanos. Por eso, es urgente convertirnos, dejar entrar al Señor más profundamente en nuestra vida y sociedad para ser aquello que nos dice el lema pastoral de este curso 2023-2024: «Misioneros Apóstoles de Cristo y su Evangelio».

En unos momentos tan recios como los actuales, los cristianos debemos impregnar en nuestra sociedad fortaleza y esperanza, ya que hemos sido redimidos, salvados y amados por Jesús. Por ello el fundamento para vivir el tiempo de preparación para la Navidad, en la que conmemoramos que Jesús nació de la Virgen, en Belén, es sentirnos pequeños ante la grandeza de Dios. Es un tiempo para acercarnos a María, la que esperó como nadie, amarla filialmente e imitarla en su fe y en su hacerse pequeña para acoger a Dios hecho Hombre. ?

Pidamos en este tiempo de Adviento, que nos acerquemos más y más al misterio que se hace Niño y que lo hagamos por el camino de la humildad y la sencillez que nos muestra el ejemplo de la Virgen María, madre de Cristo y madre nuestra.

Feliz y Santo Adviento.

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