Es justo y necesario. Incluso puede pensarse que hace años que lo merecía. Claro que ella, con su modestia, no se pronuncia al respecto. Porque nuestra paisana Ana Lorente Hernández acaba de recibir un importante Premio de la Federación de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias. Y con esa sencillez comenta a La Tribuna que no es sólo por ella, «sino el reconocimiento a todos y todas» las que han aportado a la gastronomía «el poso de cultura, de ciencia, de racionalidad y de análisis, que sustenta, además, lo que la comida tiene de necesidad, de placer y sensualidad en todas las culturas, en todos los pueblos, con la riqueza de la búsqueda y de las diferencias». Es más, su declarado albaceteñismo, que ejerce en grado máximo y del que presume «en cantidades industriales», le lleva a añadir sin ningún tipo de ambages que «en cierto modo el título también tiene un poso de la tierra».
Otras importantes mujeres de diversas labores, siempre muy destacadas en sus respectivos trabajos, compartieron la ceremonia de entrega la pasada semana en lo que fue, según la nota oficial de la entidad, un evento emblemático que este año reconocía «el talento excepcional y el liderazgo femenino en diversos ámbitos: empresa, ciencia, tecnología, industria y comunicación». Concretamente el premio de la paisana se le otorgó en su doble condición de periodista gastronómica y empresaria española, «en reconocimiento a su trayectoria y su contribución al ámbito empresarial».
Este orgullo femenino, y feminista, fue el denominador común de todas las galardonadas, y, por tanto, de la albacetense, quien al recoger el título volvió a poner de manifiesto su modestia en su breve agradecimiento «frente a un auditorio cargado de méritos» por el resto de las premiadas. Y donde añadió que estaba viviendo a fondo «el síndrome de la impostora». Como es lógico, tal carga de antidivismo gustó mucho a todo el público asistente en general y muy en particular al resto de las protagonistas, que rompieron a aplaudir con auténtico entusiasmo. Con posterioridad a la gala de entrega, llevada a cabo en el Ateneo de Madrid, Ana declaró a La Tribuna que en su bagaje de triunfos feministas podía recordar haber pasado la noche en el calabozo por acabar las fiestas del 2 de Mayo del 84 quemando los sujetadores en el pedestal de la estatua de Daoíz y Velarde. Y concluye entre carcajadas: «Pero, claro, eso hoy suena más folklórico que terrible». Para añadir en serio y relacionado con sus multivalentes funciones profesionales, pero que era verdad que ha costado bregar en una profesión como la gastronomía, cuando ni siquiera se conocía esa palabra, y cuando los referentes femeninos eran inexistentes. Aunque, con o sin premio, considera que «lo más satisfactorio ha sido vivir y colaborar en ese camino vertiginoso que ha situado la gastronomía española en la cima mundial».
No sólo eso, que ya es importantísimo en un escenario global tan competitivo entre países, sino en ver cómo se desarrollaba el mundo de la restauración y de los vinos. «En efecto, es para estar orgulloso de quienes hemos puesto nuestro granito de arena en cómo los y las chefs son reconocidos y valorados, cómo las bodegas se construyen ya con el arte, el conocimiento y el poderío de las catedrales en sus mejores tiempos».
Para rematar, en definitiva, en que, sobre todo, cómo lo que rodea la comida, la cocina, la alimentación, «adquiere por fin el auténtico peso social, la enorme importancia, en el mundo de la economía, de la sociedad global, la ecología, la cultura».
El nombre de la albacetense se unió a otros destacados de féminas mayormente en labores empresariales, como ella con su establecimiento A Punto, que es santo y seña gastronómico. Y ofrece multitud de cursos, siempre con lugar destacado para la cocina y los vinos manchegos en general y albacetense en particular, amén de contar con una productora televisiva.
Entre el resto de las premiadas estaba Sofía Osborne Coloma, presidenta del Grupo Osborne; Lina Mascaró Pons, presidenta del Grupo Mascaró; Eva Nogales de la Morena, investigadora y catedrática de Bioquímica, Biofísica y Biología; Isabel Caruana Rengifo, fundadora y CEO de la firma especializada en salud Ailin Health; Anna Fontcuberta i Morral, física y científica, profesora titular en la École Polytechnique Fedérale de Lausanne (EPFL) y jefa del Laboratorio de Materiales Semiconductores, de Lausana, Suiza.
Hubo dos entidades a las que se concedieron menciones especiales por dos cuestiones protagonizadas por mujeres. El diario El País, por haber creado la corresponsalía de género, que recogió su titular Isabel Valdés Aragonés junto a Pepa Bueno, directora del periódico. También para Telefónica, por impulsar el desarrollo de las mujeres con discapacidad, que recogió personalmente Raquel Fernández León, directora de Personas de la compañía.
Esta XXXIII edición de los cada días más preciados títulos de Fedepe contó con la presidencia de honor de la reina Letizia, y estuvo patrocinada por empresas como CaixaBank, Gedeon Richter y GSK. Además de con el apoyo del Ministerio de Igualdad, la Fundación ONCE y el Ateneo de Madrid, amén de firmas como Seguros Zúrich y Campofrío.
La gala de entrega de los títulos fue presidida por la ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, y contó con la asistencia y participación de la ex vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, actual presidenta del Consejo de Estado, y de María Isabel García, directora del Instituto de las Mujeres. Asimismo, los presentadores Carlos Sobera y Ana Pardo de Vera fueron los encargados de conducir esta ceremonia correspondiente a los Premios de la Federación de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias del actual año 2024.
En las conversaciones informales de la misma entre las galardonadas y las personalidades asistentes, Ana no perdió ocasión de lo que ha sido su denominador común profesional: hablar de las excelencias de la gastronomía manchega. «No les conté otra cosa que la realidad, que por fortuna cada día va siendo más conocida a nivel nacional, aunque nos queda mucho por recorrer, sobre todo a nivel del público de la región. Sí, porque tenemos la obligación de llenar los establecimientos para tentar a los de fuera. Es evidente que si nosotros no valoramos lo que tenemos, no podemos transmitirlo. Y hablo de quesos, vinos, recetas tradicionales, pero sobre todo del presente, de la innovación que conduce al futuro».