Beatriz Serrano reconoce que «a días y a ratos, como todos», forma parte de esos desencantados con el trabajo y la vida que son legión, pero que no llega a ser la presidenta del grupo como la protagonista de su novela debut, Los descontentos (Temas de hoy), en la que condensa una crítica tan irónica como triste y profunda de la sociedad actual.
No se le ha escapado ni un aspecto a tratar en su escrutinio de la actualidad: precariedad laboral, consumismo, salud mental, soledad, la fragilidad de los vínculos, el dilema de hacia dónde vamos. Y todo en 234 páginas. Chapó.
Si lo hubiese escrito en tercera persona habría parecido una especie de adoctrinamiento, sin embargo, el monólogo interior hace pensar en una persona que a lo largo del día piensa en muchos de estos temas. Qué cansada estoy, qué sola me siento, viviría mejor si me fuera a la playa, por qué no funcionan mis relaciones, por qué soy feminista, pero me depilo... No hay más intención que cuestionarnos cosas, sin llegar a conclusiones claras, que es lo que nos suele pasar.
Hemos llenado nuestra vida de artificio cuando en realidad solo necesitamos «que unos tomates sepan a algo».
Eso es... Y qué alegría da. Me preocupa mucho, y lo he intentado expresar con Marisa, ese hiperconsumismo como forma de tapar vacíos. Hay una escena en la que ella piensa en comprarse el típico vestido de la temporada de primavera de Zara y se da cuenta de que no se está comprando un vestido sino la posibilidad de que esa primavera sea mejor. Estamos todo el tiempo persiguiendo deseos y cada vez a más velocidad. Nos hacen pensar que podemos llenar todos esos vacíos con objetos e incluso con ciertas experiencias.
¿La sociedad nos ha convertido, o reducido, a ser consumidores?
Es el triunfo de las sociedades supercapitalistas, que pasemos de ser ciudadanos preocupados por su entorno a ser puramente consumidores. Pasa incluso con la cultura y qué te voy a contar de las redes sociales, que iban a mantenernos hiper unidos a nuestros seres queridos, amigos... y se han convertido en escaparates. Cada vez vemos más anuncios y menos personas.
Las ciudades grandes están llenas de gente sola"
Marisa, de hecho, busca en las redes sociales a sus excompañeros de Universidad y se da cuenta de que no puede saber nada de ellos a través de este medio.
Ella tampoco se reconoce en las suyas... Mientras estaba escribiendo este libro leí un ensayo del sociólogo Erving Goffman, que ya en los años 60 decía que los seres humanos nos relacionábamos con los demás como actores en un teatro. Decía que cuando cruzamos el umbral de la puerta de nuestra casa estamos actuando, a veces más a veces menos, y que solo en la intimidad de nuestra casa es donde estamos entre bambalinas. Me interesó mucha esta teoría y Marisa, en la primera escena del libro, se está casi como preparando como una actriz para entrar a escena en una reunión. Y digo yo, ¿dónde están ahora estas bambalinas? Si ahora subes algo a las redes desde tu casa, preparas ese rincón cuqui, sigues performando de alguna manera porque sabes que quien está detrás de tus redes sociales puede ser desde un jefe a un amigo o tu padres. La audiencia es muy amplia y si, por ejemplo, a mí me han empezado a seguir a raíz del libro quiero que piensen que soy una persona culta, no que consumo realities en la televisión. Nos aplicamos muchísimo filtros.
Marisa utiliza los vídeos de Youtube como una anestesia para la vida. ¿Necesitamos crearnos estos paraísos artificiales?
Marisa es como las abuelas que llevaban el transistor en el bolsillo del delantal para no sentirse solas. Cuando una persona está verdaderamente sola lo que más teme es escuchar sus propios pensamientos. La compañía, la ilusión de tener la casa llena de voces, ahora mismo puede ser Youtube y una vez que entras en ese algoritmo diabólico puedes empezar viendo cómo hacer un jersey de lana y acabar haciéndote seguidora de Donald Trump.
A veces, al pensar en soledad nos viene la figura de un ermitaño, pero las ciudades grandes están llenas de gente sola.
¿No cree que en el fondo Marisa podría ser Sofía, María, Damián o Juan Pablo? Todos hartos, pero con los ansiolíticos a mano y pasando por el aro de los team building.
Efectivamente... La verdad es que no sé cómo tomarme que tanta gente me diga 'yo soy Marisa'. Joder, ¿todos somos Marisa? ¿Si todos fuéramos Marisa no habría una reacción de descontentos? Vivimos en una sociedad tan individualista que no compartimos nuestros temores y frustraciones.
Estamos todo el tiempo persiguiendo deseos, y cada vez a más velocidad"
¿El capitalismo y el individualismo nos hacen inertes al sentimiento de rebelión?
Absolutamente. En las profesiones vocacionales he sentido mucho esta sensación. Creo que a los millennials nos animaron a estudiar lo que nos gustara y hemos llegado a un mercado laboral precarizado que nos hace pensar ¿la vida va a ser esto? Menuda decepción. Y no me gusta mucho decirlo porque luego nos llaman generación de cristal, pero yo no digo que otras generaciones lo tuvieran más fácil, es otro nivel de dificultad.
Es complicado pensar en que no sabemos si podremos tener una casa, una capacidad mínima de ahorro... Pero claro que la insatisfacción que reflejo en el libro ha sucedido en otras épocas también. Se ve en la literatura. ¿Qué le pasaba a madame Bovary? ¡Si se había casado con un médico y vivía en un casoplón! ¿Por qué estaba insatisfecha...? Solo que creo que nosotros lo expresamos y nuestras madres y abuelas no.
Dedica el libro «a todas las personas que se despiertan, cada día, sin ganas de ir a trabajar», es decir, al 85 por ciento del mundo. ¡Pero es que Marisa piensa en que la atropelle un camión!
El accidente in itinere... ¿Sabes que la gente me dice que también ha pensado un montón de veces en que le pase algo para no ir a trabajar? ¡De verdad, estamos fatal!
Es que, como decíamos, aunque El descontento está narrado con humor, el fondo que tiene es duro.
En el fondo la novela trata muchos temas jodidos. Además, todavía no me ha venido ningún psicólogo a analizar el perfil de Marisa, pero es una mujer al borde de la depresión y con un cuadro de ansiedad que no puede con él.