Han fallado todos. Los errores y la incompetencia han añadido horror a la catástrofe. Ha errado la previsión: la AEMET. Se quedó muy corta. La previsión francesa sobre lo que venía, estimando en 400 litros lo que iba a caer en determinadas zonas de nuestro país, fue mucho mas alarmante y precisa que la española. La comunicación ha sido nefasta: meses y años de continuos catastrofismos escenificados en los informativos televisivos, donde llevamos meses oyendo repetidos gritos de "¡que viene el lobo!", han acabado por anestesiar a las gentes, que se tomaron la cosa, tampoco presentada como excesiva amenaza, como "otra DANA más de esas". Y esta vez llegó el infierno. Ha fallado la alarma: tardía y sin contundencia. Y hasta ha fallado el sentido común al intentar salvar el coche antes que la vida.
Han fallado los responsables políticos. TODOS. Los autonómicos, con Mazón a la cabeza, desbordados e impotentes ante la tragedia. Los estatales, incapaces, cicateros y que en vez de volcarse de inmediato en la ayuda la han escatimado e incluso entorpecido. Y ese es un algo sin precedentes. Nunca se había producido tal cosa. El Gobierno de la Nación, con particular protagonismo de la ministra de Defensa, Robles y el de Interior, Marlaska, ha hecho dejación de su deber y abjurado de sus obligaciones.
La pregunta es tan sencilla como inmediata debería haber sido la respuesta. ¿Ante una catástrofe y una tragedia de tal magnitud, qué hay que desplegar con total rapidez y con el mayor numero de efectivos y recursos? Está claro: el Ejército y todas las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad disponibles? Sin mas, sin que tenga que mediar solicitud alguna. Porque son el Gobierno de España y son españoles quienes lo necesitan. Porque esto no ha sucedido en ningún país extranjero, adonde en ocasiones se acude incluso con mayor presteza, sino que afecta a nuestra propia Nación y lo necesita nuestro Pueblo.
Y por ello, lo acaecido en este aspecto traspasa la calificación de error y de fracaso y se hace merecedor de un calificativo mucho más duro. Dejar abandonados a su suerte y a sus propios medios a los valencianos, pretextando, que encima es mentira, que no se les había solicitado la ayuda, es algo mucho peor: Es un verdadero crimen, premeditado y doloso.
¿Acaso un español, una comunidad española, ha de solicitar socorro a su Estado y su Gobierno para que este se lo preste y, como es el caso, en situación de necesidad extrema. Para NADA. Y nunca había sucedido tal cosa hasta precisamente ahora y con este Gobierno y con este Presidente. El Ejercito, no solo la UME, había sido movilizado siempre con urgencia y de inmediato en situaciones similares y aún con menores daños. Sin que nadie lo pidiera, que encima se ha pedido. Porque no hace falta alguna pedirlo porque es un deber de obligado cumplimiento.
Y ha sido el propio Sánchez, en su intervención televisada y sin admitir pregunta alguna, quien de manera descarnada ha puesto al descubierto la infamia de sus intenciones y su máxima responsabilidad en ello con esa terrible y estremecedora frase. "Si se necesita ayuda, que se pida". Con ello ha dejado claro su miserable cálculo: Que los valencianos desesperen en el inmenso barrizal para que Mazón y su gobierno se ahoguen en el cieno y su rival político, el PP, con ellos.
De todo lo sucedido, de todo el fracaso de unos y de otros, esto el lo más dañino, lo más tóxico y lo mas repulsivo y degradante de todo y lo que lleva a la mayor desolación como ser humano y como ciudadano.
Pero ante ello, en medio del lodazal, se ha levantado una esperanza. Y esa es la que han levantado las gentes, el pueblo, los valencianos, y en su ayuda los españoles todos. Verlos salir, muchos de ellos jóvenes, con lo que tenían, con sus manos, con lo que habían podido coger en casa e irse hacia los pueblos y lugares destrozados a "arrimar el hombro y dejarse la piel en ello", pero de veras y no como la manida y mentirosa frasecita de los políticos, nos ha devuelto la esperanza. A mi, lo confieso, me ha emocionado hasta la lágrima. Ese es nuestro pueblo, mi pueblo y el de ellos y del que me siento orgulloso de ser parte. De los que allí han cogido la pala y que por todos los rincones de nuestra patria han ido a dar lo que pueden para ayudarles. A esa Valencia y a esa España es a la que le doy un ¡Viva! porque es la que, en estos momentos de tribulación y tristeza, nos ha devuelto la dignidad enlodada y la esperanza perdida.
Y junto a ellos, otro ¡Viva!, para un rey que, dando la cara, a pecho descubierto y aguantando la tensión, los gritos, el enfado y la rabia un rey que sí ha sabido estar a la altura de la institución que representa y ha cumplido con su deber como ha hecho también la reina, hablando y escuchando a los destrozados y convulsos, ¿como no van a estarlo?, vecinos de Paiporta. Un rey sereno y valiente. Y un presidente a la fuga, dejándolos atrás y poniéndose el, que los llevaba de parapeto, a cubierto para pensar que mentira han de contar sus palmeros para ocultar su huida. Al menos, Mazón, el presidente valenciano, tuvo la dignidad de quedarse a su lado.