«La transición es la historia de un éxito»

Antonio Díaz
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Popular Libros de calle Octavio Cuartero de la capital acogió la presentación de la última obra de José María Barreda Fontes, 'Un militante de base en (la) Transición'

José María Barreda en Popular Libros de Albacete. - Foto: José Miguel Esparcia

Popular Libros de calle Octavio Cuartero de la capital acogió la presentación de la última obra de José María Barreda Fontes, Un militante de base en (la) Transición. El autor, expresidente de la Junta, comentó a La Tribuna de Albacete algunos aspectos relevantes de la obra. 

Algo más que un militante de base sí es usted...

Bueno, en aquellos años era un militante de base, me refiero a los años en los que acabé el Bachillerato y en la Facultad y, efectivamente, era un militante de base, que ni  imaginaba que en algún momento iba a llegar a tener algún tipo de responsabilidad, ni estaba en mis planes ni pensábamos en ello cuando nos oponíamos al franquismo en aquellos años. 

El dictador murió en la cama, pero hubo protesta. 

Efectivamente, el dictador murió en la cama pero el franquismo murió en la calle y eso lo explica muy bien Nicolás Sartorius cuando alude a las movilizaciones y huelgas, incluso, Martín Villa, que era ministro de Adolfo Suárez,  en sus memorias recuerda las huelgas de 1975 y 1976, movilizaciones que fueron impresionantes y se refirió a ellas  como la galerna de huelgas.  La transición, desde mi punto de vista es la historia de un éxito, pero podría haber salido mal, no estaba escrito que saldría bien. Hay que recordar que había mucha gente y fuerzas que querían que descarrilara el proceso, como la ultraderecha, el búnker, la ultraizquierda y, desde luego, los terroristas, que no defendían la democracia. ETA no quería la democracia en España. Luego, dos grandes bloques, finalmente fueron los que llegaron a un acuerdo, una ruptura pactada, los reformistas del régimen, la opción que capitaneó Adolfo Suárez con éxito, y la oposición democrática, PCE  y PSOE, que hablaban de ruptura y reforma. Como ninguna de las dos posiciones se podía imponer, acabaron pactando y la solución fue una especie de ruptura pactada que cristalizó en la Constitución del 78. 

¿Habla también de su transición en la obra?

Sí, el título es un juego de palabras, pongo el artículo la entre paréntesis para poner en evidencia que,  al mismo tiempo, se está produciendo mi propia transición ideológica, política y personal, de una persona que estudia en un colegio religioso, que quiere tomarse en serio la doctrina social de la iglesia. Llego a la Universidad, me encuentro con el movimiento antifranquista, con el Partido Comunista que me pide que colabore con ellos y voy cambiando. Yo era de los que decía que dictadura, ni la del proletariado, pues acabo en el Partido Socialista,  pero al mismo tiempo que se produce esa evolución personal, en España está cambiando toda la sociedad, una buena parte de la derecha, que tiene que abrirse a la democracia, pero también la izquierda. El PCE abandonará el leninismo y el propio Partido Socialista abandona el marxismo. Es a lo que me refiero en el título, esa doble transición que se está produciendo, a nivel personal y colectivo.  

Finalmente, ¿convertido en socialdemócrata?

Efectivamente. Fue un aprendizaje. En general, la izquierda  antifranquista lo que quería era el socialismo, no una democracia que se calificaba de burguesa. Lo cual, desde mi punto de vista era un error, porque creo que la democracia es revolucionaria, tiene una carga transformadora que es lo que puede cambiar una sociedad.  

¿Qué recuerda como algo significativo en esa época?

Hay muchas cosas. Se parte, de una manera simbólica, de un acontecimiento importante, el asesinato de Carrero Blanco el 20 de diciembre de 1973, cuando ETA asesina a quien supuestamente iba a garantizar la continuidad del franquismo, cuestión que ahora los historiadores están de acuerdo en decir que, seguramente Carrero no hubiera sido capaz de oponerse a los deseos de Juan Carlos de avanzar hacia la democracia  y, en cualquier caso, creo que hay que desmitificar ese asesinato. ETA no fueron luchadores por la libertad.  

¿En qué lector pensó cuando publicó esta obra?

Por lo que me llega, el libro está interesando mucho a los hombres y mujeres de mi generación, que tuvieron experiencias muy similares, pero creo que este libro es interesante para explicar el valor de la transición; el valor político del acuerdo. Ha habido interés político en denigrar lo que algunos llamaban el Régimen del 78 y criticaban a la transición como si hubiese sido una traición, olvidándose de la memoria histórica y no es así, ni mucho menos. La memoria histórica pesó mucho en los líderes de la transición.  

Un libro recomendable para los políticos en  ejercicio. 

No viene mal recordar  que la razón de ser de la política, lo decían ya los clásicos,  es la de sustraer al odio su carácter eterno, es decir, todo lo contrario a fomentar el cainismo, tender puentes, ser capaces de llegar a acuerdos, y de solucionar el problema a los ciudadanos. La generación de la transición, en ese sentido, lo hizo bien, con dificultades que conviene recordar.