Hace muy pocos días, se celebraba el octogésimo aniversario de uno de los principales centros de investigación agronómica de España, la Estación Experimental de Cogullada, en Zaragoza, más conocida como Aula Dei, que tiene una peculiar relación con nuestra provincia.
En este centro, creado en 1944, se obtuvo la variedad de cebada más cultivada de España, la Cebada Albacete, que se caracteriza por su alta resistencia a la sequía y que se obtuvo a partir de cebadas nativas de esta parte de La Mancha.
Su historia comienza en 1948. España todavía lidiaba con las consecuencias de una doble crisis: por un lado, la etapa más dura de la postguerra, la que coincidió con la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y el aislamiento internacional del régimen de Franco.
Por el otro, el país y, sobre todo, su sector agropecuario acababan de superar la sequía más dura de todo el siglo XX. Más de dos años casi sin lluvias, desde el año 1944 hasta el 1946, en los que la bajada del caudal rondó el 50% en los principales ríos de la Península.
Para nuestro país era vital desarrollar variedades de cereal capaces de aguantar las condiciones más extremas. Fue entonces cuando se incorporó a la plantilla de la Estación Experimental Aula Dei un joven ingeniero agrónomo llamado Enrique Sánchez Monge.
Hoy en día, genética es una palabra común, pero en la segunda mitad de los años 40, era un término más propio de los ambientes académicos y científicos. Fuera de ellos, casi nadie sabía qué era o qué hacía un genetista.
Pero eso es lo que era este científico natural de Melilla, quien inició en 1949 un estudio para caracterizar variedades autóctonas de cebada. Identificó y catalogó el material genético de 343 variedades y luego seleccionó las mejores.
Desde siempre. ¿Por qué destacó Albacete? Porque sus agricultores cultivan cebada desde siempre. Por ejemplo, cuando se excavó el yacimiento del Acequión, próximo a la capital de la provincia y datado entre el 2275 y el 1765 AC, se encontraron muestras primitivas de este cereal.
Durante milenios, generaciones de campesinos cruzaron, probaron y experimentaron hasta conseguir plantas adaptadas a las rigurosas condiciones de nuestra provincia. Plantas locales que el profesor Sánchez Monge obtuvo para crear la Cebada Albacete en 1955.
En pocos años, esta cebada resistente a la sequía barrió a las antiguas cebadas caballares. En 1985, se cultivaba en más del 50% de los secanos y su uso principal era la alimentación animal.
Impacto económico. Un estimación de la época cifraba su impacto económico en 50.000 millones de las antiguas pesetas. Desde entonces, ha perdido algo de terreno, pero eso no quiere decir que haya pasado al olvido, en especial entre la comunidad científica.
Con el cambio de siglo, los investigadores se empezaron a preocupar por la producción de alimentos frente a fenómenos como el cambio climático y el calentamiento global. Por esta vía, la Cebada Albacete volvió al primer plano.
En ensayos realizados para poner a prueba la resistencia de distintas variedades a situaciones extremas de sequía, de salinidad o de altas temperaturas, esta humilde cebada manchega siempre aparece en la lista de las más resistentes.
Esto llevó a desarrollar nuevas variedades que lleven consigo lo mejor de su material genético. Por ejemplo, la denominada Kika, creada en el Instituto Técnico Agronómico Provincial de Albacete a partir del cruce de la cebada española Albacete y la inglesa Kym.
Por este y otros muchos logros, el profesor Sánchez Monge recibió numerosos reconocimientos, como el de la Universidad de Castilla-La Mancha, que le entregó el título de Doctor Honoris Causa en 1999, en un acto celebrado en el campus de Albacete. Precisamente.