Aprender un idioma, ponerse en forma o realizar el viaje de nuestros sueños son tres de los compromisos para el año que viene que seguro que vamos a escuchar estas Navidades. Marcarnos propósitos es un primer paso imprescindible para llegar a cumplir objetivos, aunque luego algunos no se consigan todo lo rápido que nos gustaría. Es un hábito de final de año que tenemos completamente integrado.
Sin embargo, cuando se trata de gestionar nuestras finanzas, la gran mayoría de personas en España todavía actúan de forma improvisada e intuitiva. De hecho, el 80% de los ahorradores e inversores españoles no se plantea objetivos financieros ni planifica sus inversiones, según una encuesta de JP Morgan Asset Management realizada a más de 1.300 personas. Y eso los lleva a tomar decisiones sobre la marcha, sin los conocimientos necesarios y sin asesoramiento en ámbitos tan cruciales para ellos y sus familias como ahorrar para comprar un piso sin endeudarse demasiado, apartar una cantidad todos los meses para hacer un viaje, permitirse un entrenador personal o echarles una mano a sus hijos más adelante con los estudios, entre otros.
Todos los propósitos de nuestra vida, desde los del corto plazo -como hacer un viaje- hasta los de largo plazo -como pagar los estudios de nuestros hijos en la escuela que queramos-, exigen planificación para alcanzarlos con el menor estrés posible y en el tiempo que nos hemos marcado. Pero también requieren de algún tipo de desembolso económico y, finalmente, de la orientación de profesionales de cada ámbito, con experiencia y conocimientos que nos formen o nos ayuden a cumplirlos.
Por eso resulta tan sorprendente que la educación y la planificación financieras no formen parte del menú de propósitos navideños. La educación y la planificación financieras siguen la misma lógica que aprender un idioma o ponernos en forma sin lesionarnos, porque se consiguen mejor de la mano de una persona experta -un asesor financiero, un profesor, un entrenador personal- que nos ayude a tomar mejores decisiones y a no ser cortoplacistas.
Estas Navidades tenemos la oportunidad de incluir en nuestros propósitos tanto una planificación financiera para cumplir los objetivos de 2025 como una planificación más global con objetivos propiamente financieros a corto, medio y largo plazo. Así, el nuevo año podría convertirse en un punto de inflexión para que muchísimos hogares empiecen a sacar el máximo partido a sus recursos para conseguir sus metas, evitar muchos esfuerzos económicos de última hora y vivir, en definitiva, más desahogados y tranquilos.
(*) 'Family Bankers' de Banco Mediolanum.