A veces no entiendo muy bien a la gente. Ni siquiera entiendo el por qué hay personas que tienen que estar pendientes de los demás, no para ayudarles en su posible situación de extravío, debilidad o flaqueza que sería una acción solidaria y bondadosa, sino que lo hacen para demostrar superioridad, potestad inteligente o delirio de grandeza –que suelen ser sus carencias-; y te das cuenta que desafían como medida de defensa, de acción enfermiza o de provocación de ejercicio y al que le sucede se pregunta con razón y cierta sorpresa ¿por qué me eligen a mí o por qué me buscan cuando uno dedica su tiempo a simplemente vivir en relación a sus deseos?
Esa actitud desafiante no es nada buena para el equilibrio emocional de quien la ejerce, no tanto de quien la recibe, pero parece querer hacerse 'viral' cuando descubres que con ello hay mayor cuota televisiva o te sientes superior en esa sociedad engañosa y carente de bondades. El bueno hace bondad y el malo hace maldad.
Hay un cierto deseo de importunar, o tal vez, buscar en la vida de otro lo que falta en la propia. Uno piensa que hay demasiada carga de 'aburrimiento' en esos seres humanos que dejaron de ser felices -si es que lo fueron- en tiempo de ejercicio profesional y ahora en esa otra etapa de reflexión ante la vida, parece molestarles la felicidad en los demás. Mi abuelo me decía que el ser humano, de vez en cuando, debería 'limpiar conciencia', analizando más sus posibles carencias que las engañosas 'virtudes' del otro.
Ante ello, tal vez la indiferencia puede ser una medicina, nunca el rencor porque ante el intento de daño está el sentido de la humildad, virtud escasa pero necesaria para entender la vida, tal y como uno desea ejercerla.
Sin embargo, veo en el ser humano, ahora, muestras constantes de actitud desafiante y creo que es una de las secuelas que la Covid19 ha podido dejar en la sociedad del momento. Paras ante un paso de cebra cuando alguien está cruzando y aún así, ese alguien, te mira desafiante como si tu acción hubiera sido lenta; encuentras un hueco de aparcamiento y cuando vas a realizar la acción, viene alguien desafiante para advertirte que él lo vio primero estando a cien metros del lugar; te colocas en la cola del supermercado creyendo que estás siguiendo el honesto sentido de la decencia, y el de atrás o el de delante, te mira desafiante porque no le agrada tu presencia; rugen los motores 'a todo trapo' cuando pasan a tu lado para provocar escarnio; la música ha de estar alta para que el resto del universo, aguante la vela de la indolencia; etc.