Editorial

Europa, ante el desafío de su autonomía geopolítica

-

La reunión convocada por el presidente francés, Emmanuel Macron, con líderes europeos y representantes de la OTAN y la Comisión Europea no es sólo una respuesta a la intención de Estados Unidos de marginar a Europa en las negociaciones de paz sobre Ucrania, sino una prueba de fuego para la autonomía estratégica del continente. Washington, con la nueva administración de Donald Trump, ha dejado claro su deseo de gestionar directamente un eventual proceso de paz con Rusia, excluyendo no solo a los europeos, sino incluso al propio presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. Esta postura ha despertado una profunda inquietud en las capitales europeas y plantea interrogantes sobre el papel de la UE en la configuración del orden mundial.

Europa se enfrenta a un dilema existencial: aceptar su rol secundario como actor internacional subordinado a las decisiones de Washington o asumir el reto de construir una política de defensa y seguridad común. La idea de unas Fuerzas Armadas europeas, defendida por Zelenski en la Conferencia de Seguridad de Múnich, es una propuesta ambiciosa que, sin embargo, genera resistencias dentro de la misma UE. Países como Polonia ya han manifestado su escepticismo ante una posible integración militar, temiendo que ello afecte su relación con la OTAN y su cooperación con Estados Unidos.

Sin embargo, los tiempos exigen respuestas concretas. La guerra en Ucrania ha demostrado que la seguridad europea no puede depender exclusivamente del respaldo estadounidense. La posibilidad de que Trump adopte una política aislacionista y reduzca el apoyo militar a Europa refuerza la urgencia de contar con mecanismos propios de defensa. Esta situación también explica la presencia del Reino Unido en la reunión, a pesar de su salida de la UE hace cinco años. La nueva administración de Keir Starmer parece dispuesta a estrechar lazos con Bruselas, alejándose de la influencia de Trump, lo que sugiere un cambio de rumbo en la relación transatlántica.

Macron ha dado el primer paso en la dirección correcta: fomentar el diálogo europeo antes de que sea demasiado tarde. Sin embargo, la cuestión clave sigue siendo si esta reunión se traducirá en medidas concretas o si quedará en un mero gesto simbólico. La historia reciente ha demostrado que la unidad europea es frágil y que los intereses nacionales muchas veces priman sobre el bien común. Si Europa realmente aspira a ser un actor global con peso propio, deberá demostrar que puede actuar con determinación y coherencia en los momentos decisivos.

La seguridad del continente no puede depender de la buena voluntad de Washington. Es el momento de que la UE tome su destino en sus propias manos, fortaleciendo su capacidad militar y su autonomía estratégica. No hacerlo sería aceptar un papel de simple espectador en los asuntos que definirán el futuro del orden mundial.