Hubo lleno en los tendidos y un gran vacío en el ruedo

Pedro J. García
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El encierro de Núñez del Cuvillo, completado con dos toros de Luis Algarra dio al traste con una tarde de gran expectación

Pase de pecho de José María Manzanares a un toro sin entrega. - Foto: Alcolea

El mundo taurino, como otros campos, tiene muchos dichos, algunos positivos y otros negativos. Ayer era tarde de figuras, con una de las ganaderías que más lidia y, por tanto, era tarde de expectación, que, completando el dicho, acabó en tarde de decepción hasta el punto de que fue el peor festejo del abono y uno de los peores de los últimos años. La mañana comenzó con el baile en los corrales y se aprobaron cuatro toros del hierro titular, de Núñez del Cuvillo, de pobre presencia, y se completó el encierro con dos de Luis Algarra, de similar corte. Mala presentación, o mala forma, y peor fondo, con toros descastados, sin clase ni entrega que dieron al traste con las ilusiones de un público que casi llenó la plaza para disfrutar de una gran tarde de toros. Por no haber, no hubo ni posibilidad de feriarle alguna oreja a los de la terna. El lleno en los tendidos tuvo su contrapunto en el vacío en el ruedo, con una terna que, ante tal material, tuvo distinta actitud. José María Manzanares, el pregonero de la Feria Taurina, puso empeño y algún detalle dejó con capote y muleta, Urdiales, que sustituyó a Morante de la Puebla, también puso voluntad y hasta se excedió alargando sus faenas, mientras que Talavante ni eso, ya que abrevió en sus dos faenas. 

Un festejo, el de menor duración del abono, en el que perdió el público, perdieron los toreros, que en el pecado de la elección ganadera llevaron la penitencia, pero sí hubo un ganador: la empresa, porque no se acusó en la entrada la ausencia de Morante y Urdiales cobra un 'poquito' menos que el sevillano.  

No empezó bien la tarde. Con retraso, como es habitual en los días de lleno, pasadas las 18,10 horas saltó al ruedo el primero de la tarde, un jabonero de Núñez del Cuvillo, pobre de presentación y, pronto se vio, de fuerza. Sin entrega en el capote de Urdiales y dobló antes de entrar al caballo, donde no se empleó. Ya con la muleta, faena de cuidar al toro, con las primeras series a media altura, con pasajes de buen gusto por parte del torero, pero sin transmisión, porque el descastado jabonero no puso nada de entrega en sus embestidas. Por el pitón izquierdo también logró algún natural de buen corte, pero el conjunto no llegó a calar en los tendidos. Despachó al astado con una estocada perpendicular y un descabello.

Igual comportamiento. Cambió el hierro en el cuarto de la tarde, pero poco más, porque el astado estuvo en la senda de los de Núñez del Cuvillo. Justo de presencia, blando, descastado y sin clase, muy malos mimbres para hacer un cesto, aunque Urdiales se empeñó, alternando proyectos de series con la derecha y con la izquierda, todo sin transmisión alguna, más bien llevando el tedio a los tendidos y un sector del público le protestó que se empeñase en alargar una faena que no tenía ningún puerto de llegada. Dejó una estocada contraria que fue suficiente para pasaportar al astado.

No mejoró el panorama ganadero con el segundo de la tarde, un toro de pobre presentación y protestado de salida. Suelto de salida y sin fijeza, tampoco se empleó en el caballo. La faena de muleta de Manzanares fue breve, de series cortas, desde el inicio con buen gusto hasta una seria con la derecha en redondo, con medios muletazos, que subió el nivel perdido en el toreo al natural, donde el toro todavía tuvo menos entrega. Entre medias, otras cuatro con la derecha, de distinto corte, pero con pasajes de buen gusto ante un toro noble y manejable. En la espada tiene el alicantino uno de sus fuertes, pero con este toro no fue el caso, porque tras un pinchazo dejó un bajonazo impropio de un diestro de su categoría.

La tarde iba cuesta abajo y la ilusión del público y aficionados presentes en la plaza era que se cumpliese otro dicho, el de que no hay quinto malo, pero para decepción de todos no fue así, porque el de Algarra fue otro toro descastado, sin clase ni entrega, que lo único que permitió fue que Manzanares se luciese en los lances de recibo a la verónica, rematados con media de buen gusto. En la muleta más de lo mismo, embestida a media altura y quedándose a mitad de muletazo por ambos pitones, aunque el diestro alicantino lo intentó, pero fue imposible sacar agua de un pozo seco que era el astado. Esta vez sí estuvo certero con la espada y dejó una buena estocada.

Se mantuvo el tono ganadero con el tercero de la tarde, otro toro con poca presencia y protestado también de salida, al que Talavante saludó con faroles y verónicas en los lances de recibo. El astado derribó al caballo y costó volver a poner en pie al equino. El diestro extremeño realizó un quite por chicuelinas, rematado con una serpentina. Con la muleta, todavía fue más breve que Manzanares, con un toro, descastado, sin clase ni entrega. Le recetó unos ayudados por alto para comenzar y, tras probarlo por ambos pitones, se dobló con el toro y se fue a por la espada. Tampoco estuvo certero con los aceros, porque dos pinchazos precedieron a la estocada con la que acabó con el toro.

El sexto no desentonó. El sexto de la tarde fue el cuarto de Cuvillo, que no desentonó, con una presencia pobre y un pozo seco de casta, como el resto de la corrida. Pese a que lo cantó en los primeros tercios, Talavante quiso reconciliarse con el público y brindó la faena entre palmas y protestas, que ni en eso puso de acuerdo al respetable. La faena tuvo poco que comentar, con un par de series con el toro tomando la muleta con la cara arriba y quedándose a mitad de muletazo. Arreciaron las protestas del público y Talavante se fue a por la espada. Pinchó en la primera entrada y después dejó un pinchazo hondo que fue suficiente para que el toro doblase y el público comenzase a olvidar la peor tarde de un abono que ya entra en su recta final.