Cuando concluyó el partido del pasado jueves en Granada volvió a cundir la sensación de que Alberto González se encuentra en estado de gracia o, lo que es lo mismo, dispone de la flor que se atribuye a los técnicos que salen airosos de compromisos que no resultan precisamente sencillos.
Aunque los resultados llegan en función de los méritos acumulados durante toda la temporada, lo cierto es que los golpes de suerte (o infortunio, según se trate) se acaban equilibrando. El Albacete, por ejemplo, no tenía una plantilla de una calidad tan deficiente como para hundirse en el descenso, y tan excelente como para optar a algo más. El balance resultó, pues, lógico en la clasificación, aunque no tanto el castigo o indulgencia con que la fortuna trató a los dos entrenadores que se tuvo en nómina.
El caso es que Alberto González está aprovechando de forma notable ese viento de cola. La temporada 23-24 la cerró con ocho encuentros consecutivos sin conocer la derrota que sirvieron al Albacete para salvarse, cuando casi todo el mundo ya veía al malagueño como técnico blanco en Primera RFEF. Pero en un esprint final extraordinario, el Albacete obtuvo cinco victorias consecutivas que apuntaló con tres empates. Una nueva permanencia y con ella la sensación de que rara vez podrá repetirse un episodio de ese tenor.
(Más información en la edición impresa y en la APP de La Tribuna de Albacete (htpps://latribunadealbacete.promecal.es)