El extraño caso del taxista eléctrico

Antonio Díaz
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Antonio Díaz Pérez fue protagonista de un curioso suceso cuando era propietario de un Renault, a mediados de los años 60 del siglo pasado, que ahora recoge y recuerda Alejandro Santoyo, su nieto

Antonio Díaz Pérez en la parada de taxis del parque Abelardo Sánchez en el año 1980. - Foto: A.S.

El caso del albacetense Antonio Díaz Pérez, taxista de profesión, fue todo un suceso a mediados de los años 60. Periódicos locales y nacionales hablaban de él, como apareció en La Voz de Albacete del 28 de abril de 1965: «Acumula y transmite energía eléctrica». El Caso, 1 de mayo de 1965 también se hacía eco de ese curioso suceso y hablaba del protagonista como El taxista electrónico. Da la mano y una descarga. Ahora, su nieto, Alejandro Santoyo, ha recuperado aquellos testimonios y recuerda con el propio protagonista aquellos extraños sucesos de mediados de los 60. 

Antonio Díaz Pérez cuenta a su nieto ese extraño suceso de El taxista eléctrico, como lo llamaban en los periódicos de la época.  «Pues nada, en el año 63, 64, tuve un Renault pequeño y cuando bajaba del taxi daba un chispazo. Pasaban por allí muchas parejas, por la parada de taxis, y me decían, dale un chispazo a mi novia y así, a dos o tres centímetros, pasaba la corriente y se veía pasar. Yo sacaba loco al electricista, diciéndole que faltaba masa al motor, etc., total,  que no se sabía qué pasaba. Me escribió un ingeniero de Valencia, de la televisión, diciéndome que a él también le pasaba, le hacía andar a una muñeca. Otro ingeniero de Lérida me llamó y me dijo que le pusiera una goma colgando al coche, atrás, en contacto con el suelo, para que se descargara y no pasara la corriente, nada. Finalmente, vendí el coche y después no me volvió a pasar aquello».

Recuerdo que al electricista «cuando lo saqué medio trastornado, me hizo subir a otro coche en el taller, a otro Renault, y también daba. Vendí, como decía ese coche y después tuve un Mercedes y aquello desapareció. Pero aún, la gente cuando llamaba, decía que no fuera a recogerlos el 56, porque les daba la corriente, tenían miedo».

Recordaba Antonio a su nieto Alejandro que «se corrió la voz», lógicamente, comentó «porque en otra ocasión estaba en la parada de la calle Baños y mi compañero Baldomero, me dijo: Antonio vente conmigo a la cafetería, que estaba en la esquina, lo que es hoy una peluquería. Bueno, me presentó a un hombre que trabajaba en un circo, que me dijo que si era capaz de encender un algodón con la chispa. Me invitó al circo y le dije que ni hablar, por supuesto que no me iba a ningún circo. En otra ocasión, en la parada me estaba esperando un periodista de Madrid, de El Caso, donde salí. Incluso me llegó la carta de una mujer de Francia, que era curandera y me dijo que no me preocupara, que eso no era nada». 

La descarga.

Antonio Díaz Pérez ha explicado a su nieto en qué consistía la descarga: «bueno, cuando me acercaba a alguien, la mano, un dedo, se lo acercaba y se producía. Me subía al coche, me bajaba, acercaba la mano a alguien y se veía la chispa; en un bote con agua, se veía también,  pero a mí nunca me dolió nada».

Antonio Díaz Pérez comenzó a trabajar en el taxi a mediados de los años 50 hasta 1996, aunque tuvo un período en el que también fue camionero, hasta septiembre de 1962, cuando volvió al taxi, ya con una licencia, hasta su jubilación. Fueron nueve coches los que pasaron por sus manos, incluido aquel famoso Renault. Ya 28 años jubilado, aún recuerda aquellos extraños sucesos de mediados de los años 60, todo un fenómeno que se atribuyó a sus especiales condiciones físicas, como recogían los diarios, que hablaban de «la central eléctrica humana pues, al contacto con su mano, pueden oírse los chasquidos y verse en la oscuridad».