En la actualidad, el comercio es ya una cuestión global. Prácticamente ya no podemos diferenciar entre local, nacional o internacional, porque todos los ámbitos territoriales están íntimamente relacionados. Un claro ejemplo lo tenemos desde hace varias semanas con el conflicto en el mar Rojo, que interrumpe el tráfico de mercancías entre Asia y Europa a través del Canal deSuez. Entre los afectados se encuentran las empresas albacetenses, no tanto en cuanto a las exportaciones se refiere, pero sí, y mucho, en cuanto a las importaciones, ya que la economía provincial se nutre de un ingente número de materias primas para los bienes de consumo procedentes de Asia. Hoy, por ejemplo, hay ya retraso en el suministro de piezas para automóviles y, por lo tanto, demora en los plazos de reparaciones de vehículos.
La irrupción de la globalización cambió por completo el sistema productivo. Desde la agricultura -pasamos de ser autosuficientes a depender de otros países productores, por lo que cualquier tensión en esas naciones repercute en los precios en España- hasta el mercado automovilístico, pasando por diversos bienes de consumo, en pocas décadas se produjo una revolución, que no siempre tuvo un impacto positivo en nuestra economía local.
Las crisis, bien por falta de producto, bien por conflictos armados, deben poner a nuestros dirigentes en alerta y aprender para que las repercusiones se minimicen en futuras situaciones comprometidas. Sin embargo, los intereses de las grandes multinacionales están por encima de los gobiernos nacionales que, en muchas ocasiones, se ven incapaces de poder proteger a sus ciudadanos frente a prácticas abusivas.