Asisto a la inauguración por los reyes de Fitur, la feria del turismo por excelencia, que es el gran negocio de España. Miles de personas de cuarenta nacionalidades pululan por los más de ochocientos stands -algo inabarcable-. Los restaurantes y la noche madrileña, abarrotados por los visitantes (se esperan ciento cincuenta mil este fin de semana).
Sientes que España es, en efecto, una gran nación, al menos en esto, el turismo, algo muy importante y que es nuestra gran especialidad. Los portavoces oficiales y oficiosos aprovechan para ir diciendo que es un signo más de la normalidad y prosperidad de un país que tiene buenas cifras macroeconómicas (gracias en buena parte a los 94 millones de viajeros a nuestras tierras en 2024) y en el que el gran problema, el de Cataluña, está en vías de reconducirse: ahí está, sin más, te dicen, el regreso a Cataluña del Banco Sabadell. Son los milagros de Salvador Illa y de quien ahí lo colocó. ¿Es todo esto el síntoma de que la 'normalización' se ha instalado para quedarse? Me temo que no, señores portavoces oficiales u oficiosos. No, de ninguna manera.
Mientras accedo a Ifema, voy escuchando la entrevista que Carlos Herrera le hace a Víctor Aldama, un delincuente confeso, que revela, sin demasiadas pruebas, un hecho sin duda relevante, que no repetiré porque no me consta, relacionado con Begoña Gómez, la mujer del presidente del Gobierno, al que Aldama se compromete a "echar" porque "es un sinvergüenza", dice él. ¡Él!. ¿Es esto la normalidad? ¿Es normal que se celebren 'cumbres' entre importantes personalidades cercanas al Gobierno con un forajido, allá en Waterloo, a quien se hacen concesiones, como por ejemplo enormes y demenciales cambios en el Código Penal, a cambio de sus siete votos en el Parlamento?¿Es usual que un fiscal general del Estado tenga que comparecer, como investigado, ante el Tribunal Supremo, un Tribunal al que desde el Ejecutivo se le quiere 'recortar las alas'?
Y más: ¿puede calificarse como algo corriente que la presidenta de la Comunidad de Madrid, a cuyos abogados alguien ha robado el ordenador y que es la gran enemiga del Gobierno, pueda hablar de que estamos, ante las revelaciones de secretos relacionados con su novio, "en un caso como el Watergate"?¿Y qué me dice de la comisión que se va a formar en el Senado, por cierto severamente enfrentado con el Congreso, para averiguar qué ocurrió con aquel espionaje telefónico de Pegasus al presidente del Gobierno y a varios ministros, incluyendo la titular de Defensa, cuando ya han pasado casi tres años de aquello y jamás se ha vuelto a decir nada?
Por cierto, ya que hablamos de teléfonos: ¿es algo habitual que, de golpe, personajes implicados en investigaciones policiales cambien súbitamente los suyos, o que se borren las llamadas que pudieran, sospechan esos investigadores de la UCO, ser reveladoras de algunos manejos? ¿Y puede el portavoz parlamentario de la oposición decir, quién sabe con qué sustento de realidad, que "a veces da la sensación de que nos gobierna una mafia"? Se van a cumplir ahora cinco años de la ruptura - llámenoslo así, porque así es-entre el jefe del Estado y su padre, que ejerció el cargo durante cuarenta años y posteriormente saldría hacia un destino retirado, e inadecuado, sin que nadie, hasta ahora, haya esbozado una solución digna para todos para remediar ese alejamiento y ¿es eso lo normal en un Estado democrático?
Tengo muchos más ejemplos que ilustrarían cómo esta especie de UCOlandia en la que nos hemos acostumbrado a vivir es acaso, junto al ahora desquiciado Estados Unidos, el país más anómalo del mundo. Y más cuando quien lo gobierna, con 7,7 millones de votos a sus espaldas, se atreva a dar la réplica a alguien ciertamente inquietante que, con 77 millones de sufragios respaldándole, tiene al planeta, eso sí, acogotado. ¿Es algo normal que, con tantas trapisondas legales en su trayecto, ese gobernante de los 7,7 millones, olvidando el pequeño detalle de esa coma que separa ambos sietes, se quiera erigir en el campeón de la normalidad en el mundo mundial, por cierto jamás tan anormal como ahora?
Temo, pienso mientras recorro stands de luz, colores y que prometen una vida placentera a quien viaje a tales destinos, que no. Que, tras el bello y deseable cartel del turismo, de las cifras 'macro', de los discursos triunfalistas en Davos, un negro pozo que engloba lo atípico, extraño, inusual, irregular, raro y singular, en el peor sentido de la palabra todos estos términos, se está enseñoreando de nuestras existencias. Y lo más grave es que vamos haciendo algo cotidianamente aceptado de este ejercicio diario de... desparpajo, vamos a llamarlo así para no ofender demasiado a nadie y que no nos metan en fachosfera alguna.