Sembró bondades durante su vida de dedicación a los demás. La mayoría de agradecimientos los recogió, sí. Mas no todos, porque pese a su fallecimiento su hondo recuerdo continúa y lo seguirá haciendo per omnia saecula saeculorum. Ahora es su ángel de la guarda que siempre la apoyó para que superara sus problemas físicos, su hermana Engracia, quien recibe los parabienes en forma de homenajes. Como el que a Pepa García Lorente, a través del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid (ICAM), le dedicaron los que fueron sus compañeros. Un emotivo acto con el corazón apretado por todos los que allí estuvieron presos de la emoción.
Cual se establecía en la convocatoria de la entidad el tributo era con el objetivo de reconocer la labor y el compromiso de aquellos abogados dedicados a garantizar el acceso a la justicia para todos los ciudadanos e independientemente de su situación económica. «El Colegio ha recordado a la compañera Pepa García Lorente, por su labor durante más de tres décadas en el Turno de Oficio», del que la de la Paterna del Madera fue una de sus mayores impulsoras.
En esta labor, donde la albacetense demostraba su profundo sentido social y apoyo a los más débiles, como también siempre quedó claro en su despacho particular, Pepa coordinó el Servicio de Orientación Jurídica (SOJ) de los Juzgados de lo Social de la calle Princesa entre 1986 y 2012. Precisamente el actual Decano del ICAM, Eugenio Ribón, junto con el Diputado responsable del Turno de Oficio, Juan Manuel Mayllo, descubrieron una placa en su honor en este mismo Juzgado.
«Hoy inauguramos esta placa en honor a Pepa García Lorente, una abogada cuya dedicación y compromiso con la justicia se reflejaron en sus más de 35 años de ejercicio profesional. Su labor incansable en los Servicios de Orientación Jurídica y su lucha contra la discriminación laboral y a favor de los derechos de las personas con discapacidad nos inspiran a seguir su ejemplo de profesionalismo y entrega», aseguró Ribón.
En un breve discurso seguido con emoción por todos los asistentes, y, claro, de manera muy especial por Engracia, añadió que esta placa iba a servir para perpetuar el recuerdo de la calidez y humanidad de Pepa. Así, insistió, como su capacidad para brindar apoyo y soluciones a quienes más lo necesitaban, su éxito en defender a los más vulnerables y su empatía y dedicación en el Servicio de Orientación Jurídica.
Finalmente concluyó con el deseo, que nadie duda de que se vaya a cumplir, de que la placa no solo recuerde a una gran abogada, sino que también sirva de máxima inspiración a todos los profesionales de la abogacía a seguir su camino y su ejemplo, «Buscando siempre soluciones, defendiendo los derechos de los vulnerables y construyendo un mundo más justo para todos». Tras esta última frase, y como era tan lógico como previsible, un rotundo y sincero aplauso cerró esta parte del homenaje.
Quedando para el cierre definitivo el turno de una emocionada Engracia con unas bellas y sentidas palabras en forma de versos que llevaba escritas. Y, cual comentó posteriormente a nuestro periódico, había preparado expresamente en recuerdo de su hermana. Palabras que de nuevo lograron que restallasen de fuertes palmas de todos los presentes.
Fueron las siguientes: «Y te pusiste el mundo por montera y viviste la vida de aquel modo tan tuyo, de hacer todo por todos, que es imposible saber cómo lo hicieras. Tu sonrisa aparece en cualquier parte, tu mirada nos llega todavía, y aún resuena en el mundo tu alegría, aunque hace tiempo ya que nos dejaste. Estas aquí, pues aunque te marchaste, ha quedado la impronta en tanto que perdura tu recuerdo en nuestra memoria y seguiremos el camino que trazaste».
Querida y reconocida. Aunque pudo contener las lágrimas a duras penas, Engracia, que ya estuvo presente en un homenaje general anterior del Colegio poco después de que falleciera su hermana, el pasado 2 de enero, y fuera enterrada en Paterna del Madera -por cierto, con muchos abogados que se desplazaron desde Madrid- agregó a La Tribuna que era consciente de lo buena profesional que era Pepa, pero nunca pensó que llegase a ser tan querida y reconocida.
Engracia fue la que le ayudó a que los graves problemas de movimiento de pies y manos de su hermana con que nació no le impidieran cumplir con su vocación de servicio. Por ello se la trajo del pueblo a Madrid para que estudiara la enseñanza primaria, el bachiller y la carrera, siempre con brillantes notas, a pesar de que no podía pasar las hojas de los libros con las manos y lo hacía con la lengua.
Ambas vivieron juntas durante más de cuatro décadas, por lo que no es de extrañar que Engracia confiese que cada día la echa más de menos y nota más su ausencia. «Por fortuna, me ayuda mucho saber que tantos compañeros que la querían me ofrezcan su ayuda y pueda contar con ellos», cual concluye sus palabras a esta sección.