La sacudida que ha supuesto el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca es de tal magnitud que ha alterado las dinámicas y prioridades de la Unión Europa, despertando al conglomerado continental de una ensoñación territorial cosida en torno a valores culturales y desafíos económicos que se sellaban de puertas para adentro. El segundo mandato del magnate estadounidense es un cursillo acelerado de una realidad que se expresa de una forma cruda más allá de los confines de Bruselas. Si el desafío más reciente, con la crisis del Covid, se solventó con nota, llegan otros provocados por aquellos que de forma unilateral cambian las reglas del juego a mitad de partido. Llegados a este punto, con frentes abiertos como la guerra de Ucrania, no queda otra que adaptarse a los tiempos en busca de la supervivencia frente a la bravucona voracidad del hasta ahora aliado.
Cuando Europa todavía debate su plan de rearme, con distintos grados de intensidad según los países, la política arancelaria de Estados Unidos ha obligado a la Unión Europea a virar hacia un rol más proactivo para pasar a la ofensiva. Este miércoles respondía a los aranceles al aluminio y al acero de Trump con impuestos a productos estadounidenses por valor de 26.000 millones de euros, un cálculo cercano a lo que supondrán las medidas decretadas por el ejecutivo trumpista. La UE responde con la misma moneda, con una maniobra que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, calificaba de "proporcionada". En un primera fase apunta a productos como las embarcaciones, el bourbon, los vaqueros de la marca Levi's o las motos Harley-Davidson para posteriormente poner el foco en la producción agrícola e industrial. El 1 de abril apretaría el botón rojo arancelario con lo que hay margen para una posible negociación con un Trump acostumbrado a golpes de timón imprevisibles y a cambiar de postura sin el menor atisbo de rubor. No hay nada definitivo pero se puede afirmar que la UE entra de lleno en la guerra comercial. También Canadá, que ayer devolvía el golpe de Estados Unidos con aranceles por valor de 19.000 millones de euros.
Todavía está por ver si la errática política económica de Trump se vuelve en su contra cual efecto bumerán y cuándo se agota el crédito de aquellos que depositaron en él su confianza. De momento, Wall Street expresa hartazgo apenas mes y medio del comienzo de su mandato. Al mismo tiempo, el incremento del proteccionismo económico en los países afectados tampoco beneficiará a aquel que ha abierto la espita arancelaria. Las consecuencias son imprevisibles, negativas para empresas y consumidores, pero hay que felicitar la aparente firmeza de la UE y una respuesta que parece no nacer de la improvisación ante las amenazas de Estados Unidos que, de forma involuntaria, enseña el camino a una Europa que se reivindica, se muestra más lúcida y es capaz de ver oportunidades incluso en tiempos de crisis.