El próximo jueves, día 1, la Junta Nacional de Asaja se reunirá en Madrid para decidir cuándo y cómo tomará las calles del país, para exigir soluciones al deterioro progresivo e imparable del sector agrícola y el medio rural en España.

Así lo confirmaron ayer en rueda de prensa el presidente de Asaja-Albacete, Jorge Navarro, y dos de sus colaboradores más próximos, Juan Miguel Cebrián y Francisco Javier Pérez, tras hacer un balance sombrío de lo que fue el 2023.

En cuanto al balance, lo más destacable del mismo es que fue prácticamente idéntico al que se hizo de los años 2019, 2020, 2021 y 2022. Nada o casi nada cambia y lo poco que ha variado ha sido a peor  o a muchísimo peor.

«Lo único que es algo positivo es que esto ya no es un movimiento de alcance nacional, sino europeo», afirmaba Navarro, «porque los tractores ya están en la calle, en Francia, en Alemania, en Holanda, esta vez no estamos solos».

Los motivos para salir a la calle  en cada país son similares: precios menguantes para los productores, márgenes disparatados para los intermediarios; normas y burocracia para los de dentro, flexibilidad para los de fuera y lo que venden a la UE.

Todo ello, además, en un contexto de cosechas cada vez más cortas a causa de un clima que cada vez es más impredecible y deja un reguero de daños que unos seguros cada vez menos accesibles apenas logran compensar.

Así que, un año más, el presidente de Asaja dijo una frase que ya ha repetido en cuatro ocasiones «y es que este año pasado ha sido el año más catastrófico, crispado y complicado en la historia de la agricultura» tanto en Albacete como en Castilla-La Mancha o España.

Lo que sí ha cambiado es la PAC, cuya última versión entró precisamente en vigor el 1 de enero de 2023 «y que aquí no funciona, porque está pensada para la agricultura y los rendimientos que tienen en los países para el norte y el centro de Europa, no para aquí».

Navarro, además, dijo que con cada reforma de la Política Agraria Común crece la carga administrativa y burocrática, «porque la primera vez que hice la solicitud, me llevó 20 minutos y ahora, la broma no baja de las dos horas», que es un tiempo robado a la gestión de su finca, que le da de comer.