Editorial

Paula

Miguel Romero
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Decían los griegos que 'paulina' significaba la pequeña que tiene grandeza; luego, se dieron cuenta que también se podía atribuir tal significado a la mujer de gran corazón; sin embargo, este nombre de Paula nació y se fortaleció en el mundo romano cuando una noble nacida en Urbe, allá por el 347 d.C., familia de los Escipiones y de los Gracos, destacaría por su capacidad de canto, algo que había heredado de su madre, la bella Blesila. La timidez y la humildad siempre fueron las premisas de su madre, las mismas que intentaría inculcarle a su hija Paula cuando empezaba en ese canto sibilino –no por misterioso y oscuro, sino por profético y adivinatorio- que le haría llegar y morir en Belén, a la edad de 45 años. Paradoja de la vida: Belén, ciudad en la que ella muere y ciudad en la que nacerá el Salvador del mundo cristiano.

Por eso, hace unos días me reencontraba nuevamente con Paula Serrano. Era en Cañete y me sentía bien al escuchar su voz mientras la guitarra le acompañaba. Sus canciones como esa 'Calle de colores' o 'Solo quiero flores' están llenas de sensibilidad, de voluntad y de fuerza, porque su estilo sonoro la eleva al grupo de las cantautoras más firmes en esa fiel promesa de poetizar la música. Aquella joven violinista que a los cuatro años se le abría el mundo onírico de la música, se ha transformado en una creadora que lo mismo hace pop que reggaetón, indie, trap y sobre todo, canción de autor, coleccionando recuerdos, invitándose a ese nuevo plató de talentos musicales, con ese Soldadito de hierro que juega con las Mariposas mientras la Física y Química le incita a vivir con ganas, a cantar y sonreír ante este mundo, a pesar de esa hipocresía que desnuda la tierra a base de envidias y engaños.

Paula lo sabe y la escucho porque me siento convencido de su voluntad de creer en sí misma, a pesar de su juventud, y lo hace de tal manera que nunca te sientes solo a pesar de no haber nadie a tu lado, ha encontrado su lugar, ese que buscaba desde niña, y sin haberla invitado, se ha colocado en el umbral que merece –aunque le queda mucho terreno por descubrir y conquistar-.

El Aula Poética la invitó a concitar versos y música; Cañete la trajo al Living Rural para magnificar el encanto de ese pueblo; y yo la traigo aquí, para sentir su grandeza musical. Sigue así y no te rindas nunca aunque el mundo se estreche en tu camino.