Renacimiento

José Francisco Roldán Pastor
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Vacuna para el delito

Perder peso o hacer deporte no son más que pertinaces empeños, que se prometen para aguantar la cuesta de enero. - Foto: Rubén Serrallé

No hay duda sobre la necesidad imperiosa de recuperar sentimientos para renovarnos continuamente. Las fronteras de la edad, con sus tópicos y síndromes curiosos, no suponen más que un paso temporal, que se empeña en situarnos de algún modo distinto a lo conocido. Cuando recorremos nuestras biografías suele ser inevitable buscar referencias vinculadas a determinadas épocas de la vida, donde los espacios, acontecimientos, familia y amigos nos ubican en el calendario. 

En estas fechas, al entregarnos el relevo este último año que nos ha tocado sufrir, buscamos determinados símbolos para reiniciarnos, lo que tanta falta nos hace. Es poner el reloj a cero para comenzar de nuevo mostrando una resuelta voluntad de cambio. Rectificar o reconducir nuestro modo de entender la vida y esas ocurrencias puntuales que acogemos con dispar interés. No falta quien desea volver a nacer con todas las consecuencias y emprender el camino con un decidido propósito de enmienda. El aprender inglés, perder peso o hacer deporte no son más que pertinaces empeños, que se prometen para aguantar la cuesta de enero. Debería existir un contador de deseos y conocer hasta qué punto seremos capaces de cumplir cada uno de nuestros objetivos o simples antojos. 

La consabida hemorragia de buenas intenciones se topa enseguida con una pertinaz realidad, clamorosamente injusta, pero cierta, a pesar de todos los pronunciamientos favorables. Y no tiene nada que ver con qué calendario decidamos seguir por razón del lugar donde nacemos, cultura o religión, porque la armonía y el buen talante adorna cualquier reducto en el mundo. Mezclar tiempo, espacio y sentimientos no es más que procurarnos una pócima mágica con la que aceptamos resurgir de cualquier final de ciclo.

falacias oficiales.  El año que hemos dejado atrás, por mucho que tratemos de ignorarlo, ha sido malo para nuestra sociedad, que sortea cada lunes una novedosa retahíla de falacias oficiales. Esa estrategia de la mentira está calando sin prisa y pausa en una ciudadanía cabreada, a la que se pretende abducir en favor de una casta política dominante. Muchos bien nacidos imaginan esa larga serie de excepciones tolerando o ignorando cómo se ven escalafonados para quedar relegados a los últimos puestos. El silencio de los cobardes y prudentes no hace más que proporcionar combustible contaminante, que enrarece el ambiente social español. Cada vez hay más gente con sentido común protegiéndose de ese aire venenoso emanando lentamente de las calderas del engaño. 

Mientras los españoles siguen desarrollando su particular catálogo de anhelos, los que deberían velar por la paz social mantienen el quemador encendido para calcinar cualquier atisbo de sentido y sensibilidad. Nuestros dirigentes políticos asumen como imprescindible el succionar dinero del bolsillo ajeno para engordar los propios. Muestran con descaro un mensaje equívoco, que dice orientar los ingresos hacia determinadas necesidades sociales, pero no es verdad. A las pruebas hay que remitirse para comprobar que no existe intención oficial de rectificar toda una serie de estropicios. Acentuar la presión impositiva no hace más que engordar ingresos de una organización asegurándose la continuidad en el poder y mejorar su futuro. 

Muchos ciudadanos, abandonando la idea de poder recuperar valores repletos de cordura, se conforman con denunciar reclamando responsabilidad legal. Otros, mientras, suelen esquinar exigencias para plegarse sin rechistar. Los partidarios de la confrontación, obviando el borrón y cuenta nueva para este año que nace, perseveran en el uso torticero de su historia maquillada. No se limitan a tergiversar, sino que están empeñados en trucar datos y vivencias de tanta buena gente deseando otro modo de entender la acción partidaria. Demasiados afectados imploran una transparencia oficial y el compromiso de poner manos a la obra en aquellas cosas que realmente necesita una sociedad dolorida y enferma.

El ejemplo que nos dieron tantos sabios, pensadores y artistas entre los siglos XIV y XVI debería servir para orientar las iniciativas sociales hacia un auténtico volver a empezar. Este año 2025 podría traer un modo de convertir la mala acción política en el novedoso Renacimiento. 

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