Su nombre aparece en todas y cada una de las iniciativas más polémicas del Gobierno Sánchez, o más bien en todas y cada una de las iniciativas tomadas por el propio Pedro Sánchez, en muchas ocasiones sin conocimiento previo de sus ministros: las negociaciones con Carles Puigdemont, el reconocimiento del Sahara, la tibia posición respecto a un Ejecutivo dictatorial como el de Nicolás Maduro, el relevo en la presidencia de Telefónica, los movimientos de Moncloa para favorecer al grupo Prisa, el viaje de Delcy Rodríguez a España, los dos viajes del inquilino de Moncloa a China…
El papel que desarrolla actualmente José Luis Rodríguez Zapatero y en qué medida induce o facilita decisiones del Gobierno es un enigma. Lo es, puede serlo, porque este Ejecutivo se ha tomado la Ley de Transparencia a título de inventario aunque es de obligado cumplimiento. Son centenares las solicitudes de información enviadas por instituciones y por particulares que han tenido el silencio por respuesta, y ha sido habitual que, cuando las preguntas estaban relacionadas con el expresidente, si había contestación era para señalar que se trataba de actividades privadas de un ciudadano sin responsabilidades oficiales.
Está universalmente aceptado que las relaciones entre Zapatero y Maduro son excepcionales. Lo de universalmente se debe a que en el círculo próximo del que fuera jefe del Ejecutivo se presume que se ha convertido en un referente para la Unión Europea y para China, que contactan con él ante cualquier asunto que tenga que ver con Venezuela. Por no mencionar el Grupo de Puebla, fundado hace cinco años por presidentes y expresidentes de gabinetes de izquierda, principalmente latinoamericanos, en el que es fundador y una de sus cabezas más visibles.
Su seña de identidad es la izquierda populista, y es parte de la fuerza del chavismo, que siempre logra el apoyo del Grupo, aunque no ha habido unanimidad respecto a las elecciones que ha dado por ganadas sin presentar la actas. Lula, probablemente el mandatario más influyente de Puebla, exigió a Maduro que las presentara. No fue esa la posición de Zapatero, que se trasladó a Caracas como observador internacional durante los comicios, y que después mantuvo un silencio esclarecedor.
Un millón de amigos
Decía una canción de Roberto Carlos que quería tener un millón de amigos. Zapatero no tiene un millón, pero sí un montón de amigos. Importantes e influyentes amigos.
Jugó un papel clave en el asilo concedido por España al auténtico ganador de las elecciones, Edmundo González Urrutia que, para impedir su arresto, pidió refugio en la embajada de Argentina primero y en la española después. Ahí intervino el socialista, que hizo firmar un documento a González Urrutia reconociendo a Maduro como presidente. El líder opositor declaró después que se sintió presionado e incluso amenazado, pues se le mencionó el futuro de su hija, que vivía en Venezuela con su familia.
Las conexiones de Zapatero con Maduro y los hermanos Rodríguez, Delcy y Jorge, que manejan todos los hilos en ese país, están plagadas de zonas oscuras. Nadie duda del apoyo político del expresidente español al dirigente venezolano, pero se habla incluso de que Zapatero se aviene a presionar a presos políticos para que reflexionen sobre la importancia de reconocer que pertenecían a grupos que pretendían el derrocamiento del chavismo. Otras fuentes apuntan, también, a intereses económicos del político socialista, al que la oposición venezolana vincula con las minas de oro situadas en el sur de la nación caribeña, zona que controlan los hermanos Rodríguez, con entrada vigilada por las Fuerzas de Seguridad para impedir el acceso a personas no afines.
La familia
Entre los intereses económicos de Zapatero con Venezuela se mencionan los contratos que han logrado sus hijas con empresas e instituciones en ese país, a través de la agencia de comunicación y marketing que crearon hace pocos años en España.
Se le vincula, además, con dirigentes internacionales de máximo nivel, lo que explica en parte su absoluta sintonía con Sánchez y algunas de las decisiones de política internacional que ha tomado el jefe del Ejecutivo.
Sin que eso presuponga que, más allá de la política exterior, haya también intereses económicos, que de existir nadie ha demostrado y pueden ser producto de la rumorología, las estrechas relaciones del exministro Moratinos con los países árabes, fundamentalmente con Qatar, más las autoridades palestinas, con la excepción de Hama, además de Marruecos, arrojarían luz, según algunos buenos conocedores de las interioridades alauítas, sobre el brusco cambio de la posición española respecto al Sahara.
Zapatero también está detrás de las dos visitas de Sánchez a China, donde el expresidente es uno de los embajadores de Jinping, para que encuentre apoyos internacionales al principal proyecto político, industrial y geoestratégico: la Nueva Ruta de la Seda.
China además tiene entre sus prioridades incrementar aún más su presencia en el continente latinoamericano, donde es de dominio público que el exlíder del PSOE se mueve como pez en el agua.
En el plano nacional, también es habitual la presencia de Zapatero en cuestiones políticas de relevancia. Por ejemplo, en las negociaciones de Pedro Sánchez con algunos de sus socios para garantizar la continuidad de su apoyo. Al principio, se trató de ocultar su participación en las conversaciones con Puigdemont, pero finalmente el propio líder independentista se refirió a ellas con naturalidad.
El protagonista de las negociaciones, tanto en Bruselas como en Suiza, es el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán. Pero Zapatero ha intervenido cuando era urgente desbloquear asuntos que el prófugo se negaba a aceptar, y llegaba entonces el turno de poner precio a sus siete votos. De hecho, le corresponderá ahora llegar a un acuerdo más amplio que tranquilice a Sánchez respecto a su continuidad, aunque el catalán se resiste porque prefiere negociar cualquier apoyo individualmente ya que sabe ya que es la manera de lograr a cambio más privilegios.
Se da por seguro asimismo, aunque a lo mejor no lo es, que ha intervenido en el relevo de la cúpula en Telefónica, compañía que conoce muy bien pues se mantiene en el Consejo su más que amigo, hombre de absoluta confianza, Javier de Paz. Y también es un nombre próximo a otra de las grandes figuras de la economía de la España actual, Rosauro Varo, conectado con la clase empresarial, política, y de la crónica social. El que fuera jefe del Ejecutivo ha intervenido en operaciones que incluyen a Telefónica, Prisa, Pepephone o Cabify.
Todo en el entorno de Zapatero huele a poder y a política. Con la excepción de su mujer, Sonsoles Espinosa que, antes de que su marido fuera presidente daba clases de música en un colegio privado de León, aunque ya instalada en Moncloa entró a formar parte del coro de RTVE. Hoy mantiene perfil bajo, pero continúa con sus actividades en el mundo de la música.
Desde fuera, la impresión es que Sánchez debe mucho a Zapatero. Desde dentro, lo que cuentan es que, ayudando al líder socialista, ha conseguido hacerse un nombre en el escenario político y que se olvidara su mediocre gestión como presidente del Gobierno.