La economía siempre se guía por el principio del equilibrio: para que alguien gane, otro tiene que perder y, por una vez, en el pulso entre los productores de ajo chinos y los españoles, ganan los segundos gracias a un aliado con el que nadie contaba: el coronavirus.
Lo explica Luis Fernando Rubio, director de la Asociación Nacional de Productores y Comercializadores de Ajos: «desde el 17 de enero, no entra en España ni un solo contenedor de ajo chino, cero, nada; al mismo tiempo, como nuestro país es el segundo comercializador mundial, ahora entramos en mercados en los que jamás estuvimos».
Desde mediados de enero, llegan pedidos de lugares inimaginables: desde lugares próximos a China, como Malasia o Indonesia en el Extremo Oriente; desde Senegal, en el África Occidental o desde México, al otro lado del charco. Todos eran mercados ‘copados’ por el ajo chino, de peor calidad, pero de precio mucho más reducido.
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