Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Wicked

24/01/2025

Gran Bretaña ha sido una nación poderosa, amante de las tradiciones y donde el pueblo apreciaba con naturalidad seguir a su líder. En este aspecto tenía una cercanía muy germánica en esa devoción hacia el gobernante. Enrique VIII solo habría tenido éxito en la pérfida Albión.

La gran diferencia entre Gran Bretaña y Alemania se centraba en que la primera tenía la legislación más liberal en libertad de expresión. Tampoco hay que minusvalorar la rotunda exigencia que los impuestos, la pura confiscación de recursos, tuviese la aprobación previa de los que los generaban. Este puro pragmatismo evitó las orgías violentas francesas, porque el que crea riqueza es consciente que tiene algo que perder.

El primer ministro Keith Starmer piensa que todos los que le precedieron no hicieron nada bueno, porque parece decidido a actuar sin meditar y sin haber comprendido primero por qué ganó. Los laboristas ganaron como era previsible ante la división dentro de las filas conservadoras. Esta fractura lleva dos décadas y era cuestión de tiempo.

El partido laborista tiene una mayoría absoluta en la Cámara, pero solo consiguió el 33,7 de los votos. Este dato confirma que la fractura partidista ha saltado a la sociedad. Pretende impulsar una nueva cruzada moral contra cualquiera que ose discutir su programa. Sus discursos tienen el celo del creyente cuando debería poseer la incertidumbre del político. Subir los impuestos es la respuesta habitual del que repudia a los creadores de riqueza, lo cual sabemos cómo termina históricamente.

Pero lo más desconcertante es su postura en política exterior. Hay momentos que indica un amor sincero por la Unión Europea, en otros afirma que hay que ayudar con todo a Ucrania, quiere mantener una relación especial con Estados Unidos, detesta a Israel, siente debilidad por los países árabes y quiere agradar a China.

Estados Unidos acaba de sufrir el mayor espionaje de la historia en sus comunicaciones. Las dimensiones del daño todavía son desconocidas, pero de lo único que no se duda es de quién lo hizo. El MI6 (servicio secreto británico exterior) ha indicado que existe un país que utiliza sus universidades para tareas de espionaje tradicional, industrial y que impulsa una política sutil de cancelación hacia su modelo político. La industria automovilista europea, la industria en general para ser sinceros, indica que sin un poco de apoyo no son rivales contra el coloso. Le recomendaría a Keith que se preocupara menos del relato y más de gobernar; no son sinónimos.