Analicemos el caso de Gabriel Rufián, independentista de Esquerra Republicana de Catalunya, advenedizo cani de la nueva patria, que representa la evolución natural en el siglo XXI del 'pijoaparte', el personaje central de la novela 'Últimas tardes con Teresa' del escritor Juan Marsé. Manolo es un chulo guaperas inmigrante que vive en el Carmelo, ladrón de motos que se hace pasar por militante obrero antifranquista para seducir a Teresa Serrat, guapa burguesita universitaria de izquierdas de salón que juega a ser revolucionaria.
Manolo, Rufián, ya no roba motos. El 'pijoaparte', el charnego con ínfulas disfrazado de señorito ha pasado de ser ladrón de motos a ser vendedor de motos, cerrando así el círculo entre el barrio del Carmelo, el hogar de las familias barcelonesas de estrato social más bajo, y San Gervasio, distrito exclusivo para la burguesía; el círculo entre Alcaudete en Jaén, Turón en Granada y Barcelona en la república independiente de Cataluña. Cumplidos sus anhelos, ya no necesita presentarse de manera elegante para engañar a los demás sobre su condición, ahora el pícaro se permite el discurso parlamentario sosegado sustentado por la consistente base de confianza que le confiere el sueldo que recibe del erario español. El resultado es que en el trasfondo del independentismo perduran reconvertidos ambos personajes; Teresa, la pija progre, y Manolo, el pícaro charnego.
El ejemplo Rufián nos impulsa más, si cabe, a defender la integridad territorial de España, la igualdad de derechos, deberes y oportunidades de todos los españoles sin importar en qué parte del territorio residan. A defender que las competencias públicas, como la Educación, la Sanidad, la Seguridad, la Justicia, la Fiscalidad y la política Medioambiental, sean competencia exclusiva del Estado central. El Estado ha de ser unitario, simétrico, igualitario y centralizado políticamente. Desde el prisma exclusivo de la defensa de la igualdad, el tono perdonavidas del mensaje de Rufián nos anima a promover una reforma constitucional que elimine privilegios históricos oligárquicos, medievales, anacrónicos y predemocráticos, así como a corregir todas las asimetrías territoriales y singularidades del ordenamiento jurídico, como son los fueros, los cupos y los convenios fiscales. En nacionalismo catalán en su fondo entraña un evidente sentimiento de superioridad y la izquierda española, en lugar de defender lo común, ahora defiende el narcisismo de las pequeñas diferencias en contra del principio de igualdad.
Sin duda, el mérito de Rufián se centra en haber sabido abanderar el independentismo catalán conjugando el discurso independentista de izquierdas con el uso de las americanas de dudoso gusto que ahora viste en sus viajes en AVE o avión entre Barcelona y Madrid, procediendo como procede del ámbito de la tortilla de patatas, el gazpacho andaluz y el flamenco.
Manolo una vez más seduciendo con éxito a Teresa.