Ni uno ni dos ni tres ni cuatro ni…. Más, muchos más personajes se suben a los escenarios en lo que sería digno de la estúpida lista Guinness de los récords, un libro que a Antonio Campos, el actor que los interpreta, no le interesa nada. Lo único que le importa es dar la talla en todas sus representaciones teatrales sean donde sean. Eso sí, con una exigencia siempre muy especial en Madrid, donde opina que se ofrece «lo mejor de lo mejor de la escena española» y la repercusión mediática que adquiere todo, aunque ya no tiene la sensación de que los espectadores sean más exigentes que en provincias. El caso es que, una vez más en la indudable capital también cultural española, el albacetense ha vuelto a triunfar de manera apoteósica en diciembre con dos de sus obras, Novelas Ejemplares, con una selección elegida por él, y El Cid, en las que da vida a múltiples protagonistas de las mismas. Sí, a más de uno, de dos, de tres, de cuatro… ¡a más de una treintena! Lo que con su soberbia actuación le valió para un nuevo éxito que sumar a su brillantísima hoja de servicios al arte de Talía.
Y es que se considera «un actor muy raro» y «un kamikaze que hace lo que nadie», como el mismo se definió en su conversación con La Tribuna al término de las tres funciones de El Cid. Fue una semana después de la otra trilogía que llevó a cabo con Rinconete y Cortadillo, La Gitanilla y El Licenciado Vidriera, dentro de la VIII edición del prestigioso Festival Corral de Cervantes, dedicado no sólo a obras del creador del Quijote, sino también a otras del Siglo de Oro. Dijo que las tres Novelas Ejemplares que eligió fue «con sentido comercial, ja, ja, porque son las más populares» dentro de la docena que firmó el inmortal escritor.
Una rareza que, volviendo a tirar del sentido del humor paisano que le caracteriza -además de en algunos momentos y comentarios de sus representaciones, en su vida personal-, porque ha hecho «de la necesidad virtud», ya que estima que lo que desgraciadamente no es raro es que no se pueda medio vivir bien de «esta artesanía que es el teatro». De ahí que, argumenta, como los actores tienen la pésima manía de comer, dormir y otras necesidades normales, aparte de que hay que darlos de alta, él se ha especializado en actuar sólo «habiendo hecho de ello un oficio».
Un oficio plagado de triunfos por todo el país, incluyendo Madrid, donde hace tiempo que tiene un gran cartel por su originalidad y el público acude a sus actuaciones para disfrutar. Y, como en este Festival -es el único actor que repite y es contratado desde su inicio hace ocho años- siempre es el que alcanza otro récord por la duración de los aplausos finales con el público en pie tras las funciones, muy especialmente en las de El Cid, premiando no sólo su interpretación de Rodrigo Díaz de Vivar, el legendario, y algo mitológico héroe, sino también por la fuerte exigencia física a lo largo de su relato.
También fue largo e intenso el batir de palmas de los espectadores después del trío de las Ejemplares con las aventuras de los protagonistas de las mismas: Pedro del Rincón y Diego Cortado, Preciosa la gitana, y Tomás Rodaja. Además del resto de personajes que secundan sus acciones, con especial relevancia a Monipodio y un gran número de gente del hampa (en Rinconete y Cortadillo), Don Juan (alias Andrés), la abuela de Preciosa y otros hombres que van apareciendo (en La Gitanilla) y a los caballeros, sus criados y varios otros personajes (El Licenciado Vidriera).
A esta veintena hay que sumar, además de al propio Cid, a otra decena larga de la obra como sus hijas, Elvira y Sol, y su mujer Doña Jimena Díaz; los infantes de Carrión, Diego y Fernando; Minaya, sobrino de El Cid; el conde García Ordóñez; Alvar Fáñez; el rey Alfonso VI, sus hijos, y un largo etcétera. Lo que unidos a los del trío de las Novelas Ejemplares superan la treintena.
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