Matías Miguel Clemente, licenciado en Filología Hispánica y escritor, presenta hoy, a las 19 horas, en Popular Libros de calle Octavio Cuartero número 17 su nuevo poemario. Una arena tan sensible. El autor, que conversará con Rubén Martín en este acto, comentó a La Tribuna de Albacete las singularidades de la obra.
Su anterior poemario fue Dreno, de 2015.
Sí, han pasado ocho o nueve años. Los procesos de escritura son muy caprichosos para todos los autores y en mi caso me he acostumbrado, la mía es una escritura lenta, concibo el poema y tiene una gestación bastante particular. Creo en el reposo del poema y en el trabajo lingüístico y, en ese sentido soy un autor bastante lento. Tengo cuatro libros de poesía en 22 años, desde que empecé a publicar.
¿Influido por su profesión, como filólogo y profesor, en ese cuidado del lenguaje?
Seguramente, soy muy cauteloso y dubitativo a la hora de terminar un poema. Creo mucho en el cincelar el poema hasta que tiene el brillo necesario, entonces es un trabajo muy de escultor, en mi caso particular.
¿Por qué Una arena tan sensible como título?
Es un verso de Roberto Juarroz que apareció a mitad de la escritura del libro y me pareció perfecto, porque el libro habla de materiales como la piedra, el hierro, el óxido, la ferralla, el agua, elementos de la naturaleza pero sobre todo con aquellos que tienen que ver con la familia de la piedra. Entonces, la arena era un pretexto perfecto para pensar en la destilación de esos poemas. El libro habla mucho de poesía también y, como dice el verso, la poesía es una arena tan perfecta que es capaz de reflejar la edad de nuestra sombra. Pone de manifiesto las formas, igual que hace la palabra.
¿Muy simbólicos?
En casi todos siempre hay una repetición de léxico, de tonos de atmósferas, que es precisamente cuando notas que tienes un libro delante. Sí que hay ciertas simbologías, no tanto como terminologías.
¿Con el paso del tiempo?
Tiene que ver con ciertos temas y cierta madurez propia. Los poemas, particularmente, sobre todo en la segunda parte tienen un tono un poco más cáustico, más ácido. La vejez del hierro, el óxido, la piedra que se deshace, tiene que ver con esa acidez de las cosas que van pasando y, al mismo tiempo, con la propia palabra y el propio poema.
¿Cómo estructura el libro?
El libro tiene dos partes. La primera, Puntos de fusión, con poemas con un tono bastante más amable, que se refieren más a lo familiar, a lo cercano, a lo íntimo. Sin embargo los de la segunda parte, Óxido, más larga, son poemas un poco más ácidos y cáusticos, con una visión un poco más barroca, en el pensamiento desengañado del poeta. Son poemas que atienden a elementos más externos, a objetos, a situaciones y experiencias concretas y algunas reflexiones acerca de la poesía también.
¿Piensa en algún lector en concreto?
Dice Cortazar que si estás pensando en alguien, estás perdido. Realmente un autor debe pensar en sí mismo y una vez que has recogido los frutos de la lectura y la escritura, ha de confiar en su propia voz, no en un lector concreto. Esa magia se produce después, cuando el libro llega a las manos de un lector, es cuando uno puede advertir si realmente ha producido esa magia que se crea, pero no has de pensar en nadie cuando escribes, nada más que en ti mismo.
¿Muchas presentaciones?
El viernes lo presentaré en Cartagena y la semana que viene iré a Madrid, después en Ciudad Real, Murcia, y Alicante, por el momento. Es un trabajo de casi ocho años y ahora hay que darle aliento.
¿Continúa con la escritura?
En mi proceso, a la hora de terminar un libro, quedo exhausto y me resulta particularmente difícil ponerme a escribir, pasa bastante tiempo, incluso un año, obviamente continuando con la actividad lectora y haciendo pequeños esbozos, pero la escritura consciente cuesta mucho continuarla después de publicar un libro, porque hasta el último momento lo estoy trabajando en él.