El 2024 es un año rico de efemérides para la provincia de Albacete y una de ellas es muy importante, ya que se cumple el centenario de la declaración como Monumento de la Cueva de la Vieja, situada en el municipio de Alpera. Hace 100 años, en 1924, que La Gaceta de Madrid -hoy Boletín Oficial del Estado- que el Gobierno aprobaba dicha declaración de 24 cuevas y abrigos «con pinturas y grabados rupestres», entre los que se encontraba el enclave albacetense y una cueva santanderina: la Cueva de Altamira.
Hoy, un siglo después, la Cueva de la Vieja es uno de esos tesoros históricos y artísticos más importantes que tiene la provincia de Albacete, pero también es uno de los lugares más desconocidos para una gran parte de los albacetenses. Cuando se descubrió en 1910 en una salida de caza de Daniel Serrano junto a su hijo, poco se podía imaginar que se convertiría en uno de los yacimientos más importantes del arte rupestre levantino. 14 años después se declaró Monumento, pero pasaron décadas y décadas sin que ninguna autoridad hiciera nada por preservarlo, hasta las últimas décadas, cuando la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha lo protegió y organizó las visitas a uno de los lugares clave de nuestro pasado que ha sobrevivido hasta nuestros días.
Todos los centros escolares de la provincia organizan excursiones a diversos lugares con los alumnos, pero muy pocos -quizás los del entorno sí- lo hacen a la Cueva de la Vieja o al Tolmo de Minateda, en Hellín, o al nacimiento del río Mundo, en Riópar. Son sólo tres ejemplos de lugares de importancia que posee la provincia de Albacete, pero que pasan desapercibidos para el gran público. Como dato, en lo que va de año por la cueva de la Vieja pasaron 1.300 personas. En el siglo del turismo, es una cifra irrisoria.
Seguramente que en un país de cultura anglosajona un lugar de estas características sería un polo de visitantes y alrededor se crearía un movimiento económico y social para valorar el pasado de una cultura. Aquí, sin embargo, pasa desapercibido y es desconocido para las generaciones más jóvenes. Ellos, niños y adolescentes, son los que están en plena formación de su identidad, donde reside también el arraigo, y conocer lugares como los antes citados es parte fundamental de su formación como persona.
El centenario de declaración como monumento de la Cueva de la Vieja pasará sin pena ni gloria y, con un poco de suerte 2.000 personas lo visitarán en 2024, mientras nuestros escolares ansían ir a los parques de atracciones de Madrid o Valencia o, incluso, al yacimiento de Stonehenge, en Reino Unido, porque lo consideran más importante que sus propias raíces.