Meraki es un concepto griego que significa poner alma y corazón en lo que uno hace. Un término que, precedido por la O, da nombre al restaurante de Alberto Chicote, en Madrid. Ese fue precisamente el lugar escogido para la presentación del nuevo libro de Jorge Díaz, El espía (Editorial Planeta). Y, desde luego, al integrante de Carmen Mola, pasión en lo que hace no le falta.
Tras el éxito cosechado de la mano de los que son ya sus amigos, firma ahora en solitario un absorbente thriller histórico que lleva a los lectores hasta el Mojácar de 1952, un lugar en el que «el pasado no ha muerto y el presente no ha nacido», en palabras del autor. Narrada de forma no lineal y a través de personajes reales y otros ficticios, la novela arranca con el asesinato del enigmático barón Von Rolland. Pero, ¿quién era en realidad ese hombre?
¿Cómo llegó Von Rolland a su vida?
Me encantó la novela La verdad sobre el caso Savolta. Cuando investigué un poco, descubrí que Savolta había existido, aunque no se llamara así, y que achacaban su muerte a dos autores intelectuales, Brabo Portillo y el barón Von Rolland. Me parecieron maravillosos, porque me gustan mucho los malos. Siempre pensé en escribir sobre Brabo Portillo, pero descubrí el final de Von Rolland, y, poco a poco, me fue conquistando.
El barón existió, pero se desconoce su final. Y ahí entra su imaginación, ¿cómo fue juntar ficción y realidad?
Lo que más me costó fue la forma de contarlo. ¿Cómo consigo que parezca una novela y no dos? Por un lado, un thriller en el que aparece un muerto, y por otro, una novela histórica. No sabía cómo juntar las dos cosas y no lo encontré hasta que descubrí los interrogatorios. Una vez que descubrí eso, ya fue fácil.
Para mí, la novela es entretenimiento y le tengo que dar al lector algo que le haga pensar que el tiempo desperdiciado es mejor que ver el fútbol, una serie o Netflix.
Reconoce que le gustan los malos. ¿También en la realidad?
En la vida real no quiero malos. Además, yo soy muy bueno. Me preguntan mucho eso de '¿qué tipo de espía serías?'. Pues el espía muerto, no soy capaz de guardar ningún secreto.
Pero en la ficción, sí. Estoy enamorado de Los Soprano, cómo consiguen que un personaje sea a la vez tan empático y tan mala persona. Yo siempre intento recrear eso. Soy el creador de Vilches, de Hospital Central, por lo tanto...
Quien más, quien menos ha escuchado hablar de Carmen Mola. ¿Teme que le encasillen?
Con esta novela, estoy a la expectativa. ¿Hay mucha gente que quiera leer a Jorge Díaz? A Carmen Mola sé que sí, pero a mí ahora no lo sé. Me encantaría que Mola fuera todavía más grande porque me asegura lectores. Con lo cual, no me importa en absoluto que me encasillen.
Se dice el pecado y no el pecador. En el caso de El espía, no es así, se desvelan enseguida los verdugos.
Mucha gente me dice 'qué incómodo me sentí', porque el principio es fuerte, pero es la parte de la que más orgulloso estoy y la que tenía clara desde el primer día. El enigma normalmente es saber quién es el asesino, pero yo lo digo. Quizá esto lo haga porque no soy muy bueno ocultándolo... Pero queda saber quién paga y, más todavía, por qué. Y creo que está bien respondido.
El inicio es fuerte, pero es muy del sello Mola.
Sí, es sello Mola, pero estoy muy orgulloso de serlo. Y debo reconocer que, antes de ellos, ese primer capítulo lo hubiese escrito de otra manera. He aprendido mucho de ellos.
«Uno es lo que puede, no lo que sueña». Lo dice uno de los personajes del libro. ¿En qué punto está usted?
Hay una frase que dice la última novela de Ignacio Martínez de Pisón: «Uno primero ve qué escritor quiere ser y después qué escritor puede ser». Yo quiero ser un escritor súper literario y, al final, lo soy de otro tipo de novela. La escritura, como en la vida, es eso; quieres ser una cosa, puedes ser otra y tienes suerte si lo que has podido ser te gusta. A mí me gustaría ser Vargas Llosa y soy un escritor de otro tipo de novela, pero estoy orgulloso de lo que hago, de Carmen Mola y de El espía.
Tanta sangre, muerte... ¿no le apetece un poco de arcoíris y unicornios?
Soy una persona que tiende al humor y continuamente me preguntan por qué no escribo sobre ello. Sinceramente, porque no vende. Para mí, la escritura es una profesión. Me gusta mi trabajo y soy lo que quería ser. De chaval quería serlo, estudié periodismo, pero descubrí que, aunque era acercarse al mundo, no lo era. Pasé a guionista y por fin, muchos años después, lo he logrado.
Y, hablando de guiones, ¿papel o pequeña pantalla?
Papel. He sido muy feliz siendo guionista, pero desde que he conseguido cierto nombre siendo escritor, disfruto mucho más y te permite contacto con los lectores. Me encanta cuando llega una familia a una firma de libros, por ejemplo, madre, hija y abuela. Una dice que su favorita es La nena, otra La bestia... y la abuela es siempre la que nos dice 'os estáis ablandando'.
Volviendo a El espía... El caso lo investiga un guardia civil que se enfrenta a su primer asesinato. No es su debut en solitario, pero sí su primera novela tras el exitazo. Igual que él, ¿siente que se juega mucho?
Profesionalmente, no tanto. De hecho, el año que viene va a haber otra Carmen Mola. Personalmente... Tengo expectación sobre si tengo poder de convocatoria, pero es más bien una cosa de vanidad.
¿Hay algo de pique con el resto de integrantes del trío?
Un pique con el deseo de que a los tres nos vaya bien. Con el tiempo, los Mola nos hemos convertido en muy amigos. Me gustaría que uno vendiera un millón de ejemplares, otro, un millón y uno y otro, 999.999. Pero no me gustaría ser el peor (risas).