Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


Raíles

25/07/2022

El riel, raíl o carril es cada una de las barras metálicas sobre las que se desplazan las ruedas de los trenes y tranvías. Los raíles se disponen como una de las partes fundamentales de las vías férreas y actúan como soporte para el dispositivo de guiado y elemento conductor de la corriente eléctrica, en tranvías y nuevos trenes y para el paso de las máquinas y vagones de los dispositivos convencionales. Sin duda, no hace falta decir que la característica técnica más importante del ferrocarril es el contacto entre el raíl y la rueda con pestaña, siendo sus principales cualidades su material, forma y peso.
Qué bien queda esta definición y ahora, qué lástima ver cómo esos raíles del tren convencional quedan sin uso; y es que sin duda, los tiempos cambian y también, cambian las personas, las decisiones y los intereses.
Nuestros pueblos están despoblándose a marchas forzadas por la ausencia de trabajo, el cambio generacional, las modificaciones estructurales de la economía o la ausencia de servicios vitales para la consecución de derechos y libertades. Y si que es verdad que a muchos de ellos, solamente les unía esos raíles y ahora, siguen estando presentes como pieza de recuerdo, de historia o de añoranza, pero sin que sobre ellos puedan volver a verse aquellas locomotoras, aquellos vagones cargados de ganado, de madera o de viajeros. Todo un rotundo cambio que provoca tristeza en el tiempo.
Se han cumplido 139 años desde aquel lejano julio de 1883 cuando se ponía en marcha (después de tantos intentos, sufrimientos y sacrificios) la línea ferroviaria Aranjuez-Cuenca; y unos 75 años, de la de Aranjuez-Valencia, en el 1947. Y todo esto que había sido la solución a los fracasados intentos anteriores, ahora, vuelven a sentir el peso de la indiferencia del cambio social. La historia lo ha dejado escrito. He leído en el trabajo de Troitiño, que en 1856 y por ley de 30 de julio se otorgaba la concesión provisional de la línea Aranjuez-Cuenca-Minas de Henarejos, a los señores Gatell, Juan Guillaume y Manuel Rodríguez Monge, la cual albergaba las esperanzas de una rápida integración conquense en la red ferroviaria nacional. Sin embargo, entonces se esfumaron los deseos e ilusiones de aquellos conquenses cuando entró en escena el puerto de Alicante; y ahora, después de esos 139 años citados, vuelven a quedarse solos los raíles de ese tren convencional que tanto servicio hizo en otros tiempos y queda para el recuerdo de la memoria colectiva esas estaciones, andenes, relojes, pasos de nivel y añoranza por lo perdido. ¡Así de triste es, los cambios dañan las ilusiones y rompen recuerdos, sentimientos y deseos!

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