Entre los candidatos de Vox a las próximas Elecciones Europeas, hay uno que destaca por dos motivos: primero, por ser de Albacete; segundo, por tener un currículum más largo que esta entrevista. Se trata de Pedro Narro Sánchez, que ocupa el número siete de la lista. Nacido en la capital manchega en 1977, es licenciado en derecho por la UCLM, Máster en derecho comunitario por la Complutense y atesora una larga experiencia en las instituciones comunitarias desde el año 2000.
Para empezar, debo preguntarle por su trayectoria profesional, que si no recuerdo mal comenzó muy vinculada al sector agrario.
Sí, así es. Yo llegué a Bruselas de la mano de Asaja hace 24 años y estuve 15 años representando a los agricultores como director de Asuntos Europeos de la organización. A partir de ahí empecé a trabajar en la industria de la biotecnología agrícola. Durante cinco años fui miembro del Comité Económico y Social Europeo, la Sección de Agricultura. Estuve un tiempo también como asesor de medio ambiente de agricultura en el Parlamento Europeo y en la actualidad soy funcionario europeo de la Comisión Europea, en el área de Energía y Medio Ambiente. Aprobé una oposición hace un par de años y en la actualidad soy candidato de Vox al Parlamento Europeo.
Por tanto, se podría decir que tiene una perspectiva bastante privilegiada para apreciar por ejemplo las diferencias de apreciación que a veces se dan entre Bruselas y España en lo tocante a la situación del sector agrario.
Sí, porque a pesar de estar en Bruselas nunca he perdido el contacto con lo que es la agricultura en España y con lo que es en particular la agricultura en Castilla-La Mancha, que es mi propia tierra, porque soy de Albacete. Sobre las diferencias de las que usted habla, no solamente diferencias, lo cierto es que también hay puntos comunes. Los agricultores a día de hoy tienen problemas comunes a lo largo de toda Europa, lo hemos visto con sus manifestaciones y, al mismo tiempo, hay especificidades de la agricultura de cada país o de cada región que hay que saber defender. Y hay que hacerlo en Bruselas, donde a día de hoy es donde verdaderamente se toman las decisiones del campo, cada vez más.
¿Y cree que cuando deciden tienen en cuenta precisamente esas especificidades? Porque, por ejemplo, cuando hablan las organizaciones agrarias, se lamentan a menudo de que su mensaje no llega, que no cala en quienes toman las decisiones.
En los últimos años, se apreciaba un cierto desconocimiento de la situación que vivía el campo a la hora de tomar decisiones. La Comisión Europea y determinados grupos en el Parlamento Europeo no eran verdaderamente conscientes de lo que estaba ocurriendo en el campo y entonces se ha legislado de espaldas a lo que eran los intereses de los agricultores. Es decir, no se supo ver que los agricultores se enfrentaban a un problema muy serio de rentabilidad en las explotaciones cuando eso tiene que ser tenido muy en cuenta a la hora de decidir las políticas agrícolas o aquellas políticas que van a incidir en la labor del agricultor. Entiendo que por eso hay un descontento que hay en el sector, no solamente en España, sino en el sector europeo, porque creen que han primado otras consideraciones no agrícolas a la hora de legislar sobre la agricultura.
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