Tíscar Espigares Pinilla es doctora en Ciencias por la Universidad Autónoma de Madrid y responsable de la comunidad Sant'Egidio en Madrid. Ha visitado Albacete para presentar la Bula de Convocatoria del Jubileo Ordinario de 2025.
¿Por qué el Papa ha decidido dedicar el próximo Año Jubilar 2925 a la esperanza?
Creo que el Papa ha enfocado este Jubileo en el tema de la esperanza debido a la situación que atraviesa el mundo hoy en día. Parecía que con el cambio de milenio se abría un horizonte de paz y entusiasmo, especialmente tras el fin de la Guerra Fría y la caída del muro de Berlín. Sin embargo, las guerras no han dejado de aumentar y son cada vez más amenazantes, con el riesgo incluso de una guerra nuclear. El Papa se refiere frecuentemente a esta «tercera guerra mundial en pedazos». Además, la pobreza y la desigualdad están en aumento. En fin, este mundo nuestro está sediento de esperanza y de un futuro mejor, y la Iglesia, a través de este Año Jubilar, busca responder a esa necesidad vital de todos, ofreciendo la posibilidad de mirar al futuro con confianza.
¿Está la esperanza un poco dormida en la Iglesia y en el mundo?
Sí, la esperanza está dormida y el Papa quiere avivarla no solo en la Iglesia, sino también en el mundo. Existe un mundo dormido ante tragedias como la de los refugiados, que desaparecen en el mar en una especie de hemorragia de vidas humanas ante la cual parecemos insensibles. El Papa quiere despertar la esperanza y nos pone en el horizonte la vida de los pobres. En su Bula, menciona a los ancianos, a los enfermos, a los migrantes y a los presos. Son personas cuyas vidas representan un grito silencioso que clama por un cambio urgente en el mundo. Este es el mensaje que el Papa quiere transmitir con esta Bula.
Y los jóvenes, ¿tienen razones para la esperanza?
Vivimos en un mundo sediento de esperanza, y esto se refleja en la vida de todos. Pero en el caso de los jóvenes, esa necesidad de esperanza es especialmente evidente. Los jóvenes, que por definición son quienes tienen todo el futuro por delante, se enfrentan a un mundo que no les ofrece un verdadero proyecto de futuro. Parece que vivimos en un presente que quienes tienen una vida acomodada desean conservar a toda costa; sin embargo, en este contexto de falta de esperanza y de futuro, la Iglesia tiene una propuesta: el Evangelio, que abre un futuro de esperanza y fraternidad para el mundo. Esto es lo que queremos comunicar y fortalecer en este Año Jubilar.
¿Y con qué acciones concretas puede ser la Iglesia portadora de esperanza?
La Iglesia es portadora de esperanza cuando vive y pone en práctica el Evangelio. Debe ser una Iglesia madre que no deje huérfanos a quienes son descartados por la sociedad. Tiene que ser una Iglesia familiar, comunitaria, que responda a este fuerte individualismo que nos deja cada vez más solos. Creo que una de las pandemias más importantes, además del Covid, es la pandemia de la soledad, que se extiende cada vez más. En este mundo fragmentado, la Iglesia debe ser un testimonio de unidad.
Desde su propia experiencia con las personas sin hogar, ¿cómo podemos llevar esperanza a los más pobres?
La esperanza se lleva no solo a través de ayudas materiales, como alimentos o ropa, que, por supuesto son necesarias, sino que los pobres nos enseñan algo muy importante que todos necesitamos tanto como el oxígeno para vivir: el cariño, el tener a alguien que se acuerde de nosotros, que nos llame por nuestro nombre y que se interese por nuestras alegrías y tristezas. Este es uno de los grandes aprendizajes que nos aporta la amistad con los pobres.
¿Cómo puede ayudarnos el camino sinodal en este Año Jubilar?
El Sínodo implica caminar juntos. Y «juntos» es una palabra clave, nos señala el camino hacia el futuro. Como mencioné antes, el individualismo nos deja solos y sin esperanza; no nos permite vivir ni construir un futuro. El Papa lo expresó claramente durante la pandemia: «Estamos todos en la misma barca». Juntos, podremos enfrentar el futuro y construir esa fraternidad universal, que es la base capaz de sostener al mundo.
Además de ir a Roma, ¿cómo podemos ser «peregrinos de esperanza» como dice el lema de este Jubileo?
Quienes puedan acercarse a Roma seguramente tendrán una experiencia significativa. Pero ser «peregrinos de esperanza», como el Papa desea, significa también caminar en la vida con un sentido y una meta clara. No se trata de un turismo de experiencias que se consumen rápidamente, como es tan común en el mundo contemporáneo. El peregrino camina más despacio, pero sabe a dónde se dirige. Nosotros caminamos hacia ese reino de paz y de Dios, que ya está presente en el mundo, pero que debe crecer aún más.
¿Nos podría dar alguna recomendación para vivir este Año Jubilar?
Creo que el mejor consejo para todos los cristianos es vivir iluminados diariamente por la Palabra de Dios, que verdaderamente puede guiarnos hacia ese futuro de esperanza que anhelamos para todos los hombres y mujeres del mundo.