Navalón recoge los premios taurinos Pedrés y Dámaso González

Emilio Martínez
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La educación y simpatía del coletudo cautivó a la Asociación Albacete en Madrid y a la Casa Regional

Samuel Navalón (izquierda) recibe el Premio Pedrés de manos de Pedro Martínez Jareño. - Foto: Emilio Martínez

«No concibo mi vida sin el toro». Una declaración de intenciones, a la par que una muestra de lo claro que tiene Samuel Navalón su existencia dedicada íntegramente a  su carrera, hasta ahora muy positiva y ya sumando triunfos y galardones. Entre ellos el que lleva el nombre de Pedrés que premia la mejor labor con el capote en la Feria de Albacete y que otorga el grupo de paisanos de la diáspora madrileña. Y también el del Aula Taurina Dámaso González, que forma parte de la programación de la Casa de Castilla-La Mancha en la capital de España. La coincidencia de que, por primera vez desde que se conceden, recayeran en un mismo coletudo, en este caso el antiguo alumno de la Escuela Taurina albacetense, hizo que se uniera la entrega de los dos títulos en un mismo acto.

En el que el alto nivel de simpatía, educación y cultura del torero de Ayora cautivó a los asistentes de ambas entidades, que le dedicaron la mayor ovación que se recuerde en años anteriores al término del coloquio en el que, tras recibir las correspondientes placas, fue respondiendo a las diversas preguntas del público. Un coloquio que, tras las palabras previas del coletudo, de los respectivos presidentes de Albacete en Madrid y Casa de Castilla-la Mancha y de Pedro Martínez Jareño -hijo de Pedrés y ganadero que fue quien le entregó la placa- se alargó más allá del tiempo previsto de una hora en la tarde del viernes de la pasada semana.

Tras la recepción por parte del público al torero, que llegó incluso media hora antes de la cita -algo inusual entre los espadas-, la ceremonia comenzó a las siete en punto de la tarde, cual significó en la bienvenida, en nombre de la entidad regional y todas las peñas y agrupaciones de las cinco provincias autonómicas, José Fernando Sánchez -encargado de darle el trofeo-, su máximo mandatario. En una breve intervención destacó que «como los toros son cultura, desde siempre han tenido una gran presencia en la  programación de la misma». Fundamentalmente, aunque no sólo, en el Aula bautizada a su fallecimiento con el nombre de Dámaso González, «ese torero y persona ejemplar».

De muy similar guisa se pronunció Patricio Morcillo, presidente de Albacete en Madrid, felicitando a Navalón por su premio a «algo que, por desgracia, cada día se pierde más: las bellas suertes con el capote», cual significó. Agregando que el título, del que son jurado importantes críticos paisanos y aficionados de la línea exigente, lo ganó porque estuvo bien con el percal en la novillada de despedida de esta categoría y en los dos toros de la fecha de su alternativa.

Sin olvidar la valerosa e inédita gesta de confirmarla en Madrid sólo dos semanas después y cortar una oreja, «que en una estructura con muchas injusticias, debe abrirle las puertas en 2025 no sólo de San Isidro, sino del resto de las Ferias».  Y concluyó recordando que este grupo de la diáspora nació en 1951 como Peña Taurina Albacete y casi de inmediato contó con el apoyo y la presencia de Pedrés, que mantuvo hasta su fallecimiento -incluido el detalle de dar permiso para bautizar con su apodo el premio-, tanto en sus triunfales años en activo en los ruedos como en los posteriores en funciones de empresario y ganadero.

Las primeras palabras del doblemente galardonado se destinaron, amén de agradecimiento a las dos entidades por su concesión, a un recuerdo a «dos grandes figuras como Pedrés y Dámaso», sentenció. A este último llegó a conocer personalmente y con cuya familia sigue teniendo contacto, sobre todo son su hija Sonia, la encargada de la ganadería. Quien, por cierto, no pudo asistir a la entrega por una cuestión que le surgió a última hora, pero le envió «todo el cariño y los mejores deseos para esta fundamental campaña de 2025».

Repasó después Navalón su corta y exitosa trayectoria carrera, a pesar de no tener ningún antecedente familiar, y que coincidió en sus años en el colegio de Ayora -donde también destacó pintando- con escasa comprensión de sus compañeros. Tras un curso, de manera casual, en la Escuela de Tauromaquia de Alcázar de San Juan, recayó a los 13 años en la de Albacete, donde todos los días viajaba de ida y vuelta con su padre de chófer hasta que él se compró uno.

Explicó que aunque de la provincia de Valencia -en la que estuvo varios días antes de este acto para ayudar a paliar en las terribles consecuencias de la dana-, su pueblo de Ayora es casi más manchego que levantino y que él se siente y lo siente así. Por lo que fue encadenando loas a la Escuela de Albacete, a sus profesores Gonzalo González y Sergio Martínez, y a su antecesor Sebastián Cortés, quien ya desde el primer curso apostó por él.

Y tanto en su breve discurso como en el amplio coloquio posterior -con un denominador común del público que fueron las duras críticas al antitaurino ministro de Cultura- y en sus declaraciones a La Tribuna se refirió a que la Escuela le enseñó, además de la técnica y las cualidades del toreo, otras cosas importantísimas a nivel personal. «El esfuerzo, la entrega, la responsabilidad, y otros valores fundamentales para la vida más allá de los toros».      

temporada crucial. Una existencia, la suya, que no entiende de otra manera que estando en la cara del toro: «Es no sólo mi vocación, sino mi máxima ilusión vivida apasionadamente y que no concibo de ninguna otra forma». Frase pronunciada tan compulsivamente que de nuevo caló hondo en los asistentes ganándose un fuerte batir de palmas. Una corta vivencia profesional en la que está muy satisfecho de lo que ha conseguido hasta ahora, y sabe que «no sirve casi de nada» si no suma nuevos triunfos.

Por lo que estima que la próxima temporada va a ser «fundamental» y confía en estar en San Isidro, por lo que cree que la buena tarde en su confirmación en la Feria de Otoño debería valer. «Aunque mi apoderado Nemesio Matías -también presente en la sala- no me dice nada, pero me consta que está trabajando».  

Para ello, tras una pregunta, enumeró las tres claves que son básicas y procura aplicar: entrega total, técnica e inspiración y sentimiento. Que, deben salir de las que estima sus propias características como torero: «el trazo largo, la profundidad en el muletazo siempre de mano baja y la expresión». Y las que, tras otra pregunta, tienen y ha visto tantas veces las dos figuras a las que quiere parecerse, y tanto admira, que no son otras que El Juli y Manzanares.