Manuel Rivas, Premio Nacional de las Letras Españolas 2024, visitó Albacete, Librería Popular, donde presentó su última novela, Detrás del cielo y firmó ejemplares. Manuel Rivas, periodista y escritor, uno de los autores más reconocidos y premiados del panorama nacional tanto por sus ensayos, poemarios y novelas, tiene además una vinculación muy especial con Albacete ya que la biblioteca pública de El Ballestero lleva como nombre La lengua de las mariposas, película dirigida por José Luis Cuerda basada en relatos de uno de sus libros y, también el director albacetense llevó al cine otra de sus novelas, Todo es silencio, así como Primer amor. El escritor de A Coruña comentó a La Tribuna de Albacete sus sensaciones sobre esta nueva novela publicada, Detrás del cielo, así como su conexión con Albacete.
Manuel Rivas tiene una conexión muy especial con Albacete.
Bueno, para mí sí es importante, es una conexión, ni más ni menos, que una biblioteca en El Ballestero y con José Luis Cuerda, que no es poca cosa, porque además esto nos lleva a que la literatura y la cultura, en un tiempo donde manda tanto la palabra competir, tiene que ver más bien con otra, que es compartir y son dos experiencias que a mí me parecen maravillosas. Hoy estuvimos hablando de la sierra de Albacete, porque me gusta mucho el senderismo y es una tarea pendiente. La biblioteca lleva el nombre de La lengua de las mariposas, sobre esas vanguardias educativas que se cuentan en el relato que después Cuerda llevó al cine. Con él trabaje en otros proyectos.
Cuerda también llevó al cine Todo es silencio y también hizo un corto.
Conectamos muchísimo, no sólo por gustos literarios, me di cuenta que había una proximidad con Cuerda en el sentir y en el pensar. No lo conocía, sonó el teléfono y me dijo, mira soy José Luis Cuerda y me gustaría hacer una película con tres de tus relatos de ¿Qué me quieres amor?, el más conocido, que sonaba más, era La lengua de las mariposas. Realmente estoy acunado por el cine, como mi generación, entonces, me admira el cine por la fascinación que despierta y me parece que hay en él una dimensión de equipo y un esfuerzo que me parece heroico. Me sirvió la experiencia con Cuerda para ver todo el proceso de hacer una película, la lucha que significa. Dentro de nosotros hay algo que podríamos llamar la zona secreta y cuando ves una película es como si se estuviera proyectando algo en esa zona secreta. Podría escribir un cuento sobre el cuento de La lengua de las mariposas, lo que pasó con esa película y viví en países muy diferentes sobre la experiencia de la proyección de La lengua de las mariposas.
Esas poderosas imágenes literarias de sus obras de trasladan muy bien al cine.
Bueno, cuando escribo quiero que sea algo sensorial. A mí me parece que cuando trabajo con las palabras lo hago con seres vivos, que actúan como detectores. Igual que en la naturaleza ahora, con todo lo que está pasando, procesos de depredación, de crisis, de extinción, tengo la sensación con las palabras que están también viviendo esos procesos y, entonces, el trabajo de escribir las mantiene para que todavía quieran decir, mantenerlas con vida y conservar ese aura de las palabras. Mientas las palabras tengan el aura poética, que para mí es lo sensorial, y estén vivas, es posible la aventura. El trabajo de escribir hoy, diríamos, es de desextinción. No es mi concepto previo sobre la vida o mi filosofía la que hace que las palabras cuenten lo que cuentan, más bien es al contrario, las palabras me llevan a tener una visión de la vida, un compromiso con la vida. Podríamos hablar de muchas palabras descabezadas o contaminadas, a las que se les ha quitado el sentido. La literatura es una forma de mantener vivas las palabras y para mí siempre ha sido así.
¿Herramientas de novela negra y escritura poética en su novela, Detrás del cielo?
Sí, es una buena síntesis, porque creo que es muy importante lo que cuenta y cómo se cuenta, realmente es inseparable. La misma trama, contada de una u otra forma puede dar un resultado totalmente diferente. Yo, para escribir Detrás del cielo, al principio pensaba en quién iba a contar esto, podía ser yo, con esa condición omnisciente, con un don dominando todo y no me gustó, no me convencía. Apareció este personaje, Dombodán, que ya conocía porque había aparecido en otros dos libros, con esa doble cara del inocente y el astuto, y me convenció. Empecé a escucharlo y pensé que tenía que contar la historia.
¿Cómo es?
Es un personaje que no es competidor para los otros y escucha la tierra no sólo escucha a las otras personas, sino que pone oído en tierra y escucha a la naturaleza, lo que pasa de inquietante y perturbador. Es un personaje que no molesta, es inofensivo para el resto, puede estar de jardinero en un prostíbulo, puede ir de guía de batida, puede estar en una batalla, haciendo de soldado en una recreación histórica tan de moda. Entonces, me pareció el mejor testigo posible para contar la historia y, además tiene una relación no viciada con el lenguaje, con las palabras. La forma que tiene de contarlo puede resultar poética sin impostura, porque para mí, lo poético tiene mucho que ver con la mirada y, como comentábamos, es importante la forma en que miras aquello que no está bien visto. Para mí, una de las definiciones con la que me identifico más a la hora de hablar de la mirada literaria: ver aquello que no está bien visto porque está oculto, en zona de sombra, porque está escondido. Hay realidades que tienen miedo en mostrarse, porque perturban y resultan molestas. Esa síntesis de expresión poética con novela negra me parece bien.
Una obra que muestras las dinámicas de poder y la violencia.
Claro, porque cuando hablamos de novela negra hay muchas escuelas. A mí me interesa, pero no tanto, lo que llamaríamos novela detectivesca, la novela del enigma, me parece como más cerebral. A mí me interesa la novela que tiene sus orígenes en Hammett, en Cosecha roja, o en Thompson, 1280 almas, y hay una referencia con 1280 gotas en un manzano después de la lluvia, un pequeño guiño. Es un tipo de novela que, aparte de avanzar en descubrir la causa del crimen, al mismo tiempo nos va contando cómo es esa sociedad y ese mundo donde se produce el crimen. A mí me golpeaba mucho, cuando empecé a escribir esta historia, una especie de consigna de idea, que íntimamente rechazaba, pero que me fue dominando, y que tiene que ver con Carl Schmitt, este teórico de la Alemania de Hitler, que encontraría acomodo y refugio en España. Ha sido recuperado como referente por la internacional ultra y decía Caín mata a Abel, así comienza la historia del mundo. Esa frase me quedó ahí como una perturbación, una especie de alerta, porque parece que la historia no lo desmiente. Esta era la energía negativa que impulsaba esta historia y digamos que llegó un momento que este cuento no tenía por qué ser el fundacional de la humanidad, ni de esta novela, porque hay partes de la novela que nos llevan a otro relato, por qué no pensar en el Edén, en Eva con esa rebelión de desobedecer el mandato de no comer el fruto prohibido. Piensas en el pecado original, hasta que un día dices qué es: la libertad. Contrarrestó, junto con esa especie en extinción que es el humor, con personajes muy frágiles y vulnerables en la novela, que son los portadores de el mejor fruto de ese enigma que es el ser humano.
Una novela negra es mucho más que una investigación.
Es mucho más que una investigación, claro que sí, es también, para empezar una perturbación, es aquello que decía Kafka, que un libro tiene que morder, que sacudirte, frente a la idea, a veces, de que la literatura nos transmite una armonía, que puede ser finalmente, pero creo que es algo más. Eso que llamamos novela negra nos lleva a las zonas de sombra, ese ser extraño que es el humano y también zona de sombra de la sociedad. La novela negra nos interpela, nos hace preguntar en voz alta, es el alma de la literatura y el periodismo. Detrás del crimen hay una derrota, que no es sólo la del que muere, una derrota social también.
¿Un periodista metido a escritor?
No me pongo uniformes. Seguimos con la experiencia de una revista mensual, que es cultural y de reportajes, que me apasiona, y creo que cuando se hace periodismo hay que tener la misma voluntad de estilo que cuando escribes un relato, un poema, un texto literario. Trabajamos con las palabras y contra la intoxicación y contaminación del lenguaje, es un trabajo día a día, ecológico, para que las palabras no pierdan sentido. Creo que existe ese espacio común, aunque el periodismo tiene una urgencia que le da chispa.
Un nuevo premio, el Nacional de las Letras Españolas.
Son premios a los que no te presentas, son sorpresas imprevistas que agradeces, pero además lo veo, dentro de esa idea de compartir y no competir. Lo mejor de uno mismo, lo hacen los demás, formas parte de una atmósfera. Yo lo veo como un reconocimiento a la literatura gallega y a la pluralidad y diversidad de España. Un acto de integración que me parece muy positivo.