El drama de la inmigración en Canarias vivió esta semana un episodio dantesco frente a las costas de la isla de El Hierro con la muerte de nueve personas y la desaparición de otras 48, cuya búsqueda continúa en la actualidad. Afortunadamente, 27 inmigrantes pudieron ser rescatados con vida y atendidos. Según las palabras del presidente de la Comunidad Autónoma de Canarias, Fernando Clavijo, en lo que va de año, la región recepcionó 26.758 inmigrantes, por lo que batió el récord del año 2023.
La situación en las islas es límite, ya que los recursos para atender a estas personas, en su amplia mayoría subsaharianas, están desbordados desde hace meses y el Gobierno fleta aviones periódicamente para recolocar a estas personas sin más pertenencias que su ropa en otros recursos asistenciales de la España peninsular. El tiempo pasa y las soluciones no llegan ni en origen ni en destino.
En origen, el presidente Pedro Sánchez realizó recientemente una gira por varios países africanos de donde proceden buena parte de los inmigrantes que llegan a Canarias y a las costas españolas, pero parece que no se obtuvo ningún resultado positivo. Los cayucos llegan masivamente como antes, o quizás con más asiduidad si cabe.
En destino, los dirigentes canarios claman en el desierto desde hace meses. Ni el Gobierno central ni la Unión Europea responden a sus llamamientos. El Ejecutivo promete acciones que después no llegan y su solución es fletar aviones a la Península para trasladar el problema a otros lugares menos saturados. Por su parte, la Unión Europea considera que el asunto está bastante alejado del continente y sus dirigentes miran hacia otro lado. La UE tiene que estar presente cuando surjan situaciones difíciles en las fronteras de cualquier Estado miembro. De nada sirve, aprobar medidas contra la inmigración ilegal si sobre el terreno no se interviene. Los subsaharianos que llegan hoy a Canarias no se quedan allí, donde la economía es precaria, si no que su objetivo no es otro que saltar al continente y llegar a países como Bélgica, Francia o Alemania. Los altercados xenófobos ya comienzan a ser demasiado habituales en ciudades de Centroeuropa.
En Canarias la situación es muy complicada, pero hay que coger al toro por los cuernos y afrontar el problema para intentar erradicarlo. De nada sirve que las autoridades se pongan de perfil, porque acabará explotando y las consecuencias pueden ser muy graves para toda la sociedad.
Solidaridad, sí, pero mientras se pueda y siempre y cuando las administraciones competentes se pongan manos a la obra para intentar solucionarlo.