El retorno de los conflictos armados a la esfera occidental ha devuelto la cruda realidad de las armas al escenario geopolítico. Se trataba de una posibilidad que «durante un tiempo, y en España particularmente, hemos ignorado», apunta el coronel José Luis Calvo en una de las conferencias del Seminario de Defensa que se está celebrando en Toledo. La agresión rusa sobre Ucrania en febrero de 2022 fue un acontecimiento «para el que no estábamos preparados», subraya. El ataque de Hamás sobre territorio israelí en octubre de 2023 ahonda en la incertidumbre abierta. «Son dos síntomas de una enfermedad más profunda», detalla el general Carlos Javier Frías.
La multipolaridad imperfecta que rige el orden mundial desemboca en una inestabilidad desconocida en décadas pretéritas. «La reacción natural es armarse», indica Frías. El diplomático Antonio Ramos, por su parte, estima que el gasto militar mundial por año se ha cuadruplicado desde el inicio del siglo XXI. «En los años noventa pensábamos que la geoeconomía mandaba», recuerda.
La conferencia Lecciones de Ucrania y de Gaza: repercusiones en Occidente describe la posición del Oeste respecto a las amenazas que para su forma de vida representan las dos crisis abiertas, el ascenso de nuevas potencias y las dudas sobre la orientación de la política exterior de Estados Unidos. Frías alude a la unipolaridad perdida, el poder nuclear y la disuasión como los tres elementos que han trastocado los equilibrios pretéritos. «Somos muy eurocéntricos y creemos que nuestros enemigos van a actuar con razón, como haríamos nosotros», relata Frías. «Estamos asumiendo que las decisiones de Israel y Hamás tienen costes y beneficios racionales, pero no es así», añade.
Para los países de la Unión Europea, la guerra de Ucrania es, según Frías, un conflicto de necesidad. La investigadora del Cidob Carmen Claudín aplaude la respuesta ofrecida por los países miembros, más allá del «lastre de la Hungría de [Viktor] Orbán». La unidad exhibida para asistir a Kiev y sostener su esfuerzo bélico es un hecho que el «Kremlin no esperaba». Sin embargo, la «falta de determinación occidental» para tomar ciertas decisiones ha facilitado el «estancamiento actual» que vive el conflicto. «Hemos perdido muchísimo tiempo». En cualquier caso, las dos guerras «nos han arrancado nuestra zona de confort» y han situado a la Unión Europea en un estadio que imposibilita «volver al statu quo anterior».
Por otra parte, la desigual respuesta ofrecida por los países europeos ante la guerra abierta entre Israel y Hamás socava «la autoridad moral de la Unión Europea», proclama Claudín. «Se ha abierto una herida por el doble rasero empleado respecto a Ucrania; es una acusación de la que la Unión tardará en restablecerse». El último episodio del largo conflicto en Oriente Próximo se constituye para Occidente como una guerra de elección, esgrime Frías. «Cada país elige qué bando apoya y en qué grado».
La presencia de Turquía e Irán como actores secundarios en ambas guerras supone un nexo que vincula los dos conflictos. Se trata de «estados puente», según la definición de Ramos, que «interrelación» sendas crisis. Además, las tensiones de China con Taiwán y entre las dos Coreas suponen otros puntos de fricción añadidos.
Por su parte, José María de Areilza, editor de la revista Política Exterior enfoca hacia Estados Unidos como otro factor determinante de las relaciones internacionales. «Joe Biden será, probablemente, el último presidente proeuropeo que tenga Estados Unidos», dice. La posible victoria de Donald Trump en noviembre anticipa un giro aislacionista en Washington.