El Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó recientemente los datos de natalidad y de mortalidad correspondientes al mes de enero de este año y hay una buena noticia: en el primer mes del año la natalidad repuntó en la provincia de Albacete. En enero nacieron 231 bebés, de los que 117 fueron niños y 113, niñas. Este dato se convierte en el mejor desde 2020 -año de pandemia- y frena el descenso continuado de la natalidad en la provincia. Sin embargo, todavía está por debajo de los niveles de nacimientos registrados precovid, donde las cifras de alumbramientos se situaron por encima desde 2016 hasta 2019.
Lo que está claro es que el retraso de la maternidad es un hecho. De una mayoría de madres veinteañeras de décadas pasadas, ahora la edad de la mayoría de las mujeres que dan a luz se retrasa 10 años, siendo las treintañeras las que más se convierten en madres. De hecho, los nacimientos se concentran en el rango de edad entre los 35 y los 39 años.
En el otro extremo de los datos demográficos, en las defunciones también se registró un buen dato en la provincia de Albacete en las primeras nueve semanas del año, correspondientes a los meses de enero y febrero, en las que la mortalidad fue un cuatro por ciento inferior a la registrada durante le mismo período del año 2023.
El problema de la natalidad en España parece que está subyacente en el país. Los políticos no dedican excesivo tiempo en atajar el fenómeno del descenso de la natalidad, que solamente se hace visible en la España vacía, ese vasto territorio que únicamente existe cada cuatro años cuando los ciudadanos están llamados a las urnas. Después se olvida, mientras los pequeños municipios languidecen al envejecer y mermarse su población autóctona.
Los datos del INEson un halo de esperanza en un panorama desolador en los últimos años. Los españoles, y por consiguiente los albacetenses, cada vez tienen menos hijos. Una situación económica complicada, una emancipación tardía y el egocentrismo imperante en la sociedad son factores determinantes para que, o bien los jóvenes decidan no tener hijos, o bien retrasar la edad para tenerlos. La conclusión es que somos cada vez más dependientes de la inmigración para ocupar muchos puestos de trabajo que ya no es que la población autóctona rechace, si no que no hay suficientes personas para ocupar esos empleos.
Los políticos deben replantearse sus estrategias demográficas, porque a la vista de los datos del INE está claro que en la pirámide poblacional cada vez tiene menos peso la juventud.
Esperemos que esos buenos datos de natalidad en enero se corroboren a lo largo de este 2024.