Jesús Pacheco (69 años) no tiene ni tensión, ni azúcar, ni colesterol. Come sano, camina a diario y el tabaco lo dejó hace 20 años. Un día notó que los dedos de una mano se le dormían y no podía pronunciar bien. Su cuerpo le estaba avisando, en su cerebro estaba a punto de desencadenarse una tragedia por culpa de una placa de ateroma que a lo largo de su vida había ido creciendo en su arteria carótida. El vaso sanguíneo se fue estrechando y la sangre terminó eyectando esa placa hasta impactarla en una arteria del cerebro. La sangre dejó de fluir y la falta de oxígeno empezó a matar sus neuronas. Ocurrió de repente. Jesús dejó de hablar, de su boca no salía nada más que un inteligible ta-ta-ta, las piernas no le respondían y perdió el conocimiento.
Jesús acababa de sufrir un ictus, un accidente cerebral que en Castilla-La Mancha es la principal causa de mortalidad y discapacidad, tanto de hombres como de mujeres.
«Si tu salud es de hierro y no sufres un accidente, al final mueres de un problema de arterias: si eres hombre casi con toda seguridad fallarán las del corazón y si eres mujer las de la cabeza, aunque por motivos desconocidos, en nuestra región en ambos sexos el mayor riesgo está en las arterias cerebrales, es decir, en sufrir un ictus», describe con claridad Tomás Segura, jefe de Neurología del Complejo Hospitalario de Albacete quien pronostica que una de cada seis personas sufrirá un ictus a lo largo de su vida.
En Castilla-La Mancha se producen unos 5.500 ictus cada año, de los que unos 1.000 son atendidos en el hospital de Albacete que tiene desde hace seis años una de las dos Unidades de Ictus de referencia regional. La otra está en Toledo. Un 40% de los pacientes que llegan con síntomas de ictus no tienen que ser ingresados, gracias al dispositivo que se tiene montado en Urgencias. Allí mismo, los neurólogos realizan las pruebas para el diagnóstico, revisan todas las arterias del cuello y la cabeza, y si el caso no es grave y puede remediarse con medicación, el paciente se va a casa.
Otros son casos más agudos y requieren ingreso en la Unidad de Ictus. El año pasado pasaron por la de Albacete 480 pacientes, de los que un 33% quedó discapacitado y menos de un 5% fallecieron. Unos resultados «muy buenos», resaltan los neurólogos. A esta unidad fue a parar Jesús hace unas semanas, cuando su cerebro dejó de recibir el riego sanguíneo necesario.
Neuronas por minuto. Eran las 7,30 de la tarde de un día de septiembre. Jesús estaba en su casa, en Villarrobledo, cuando notó los síntomas. El tiempo jugaba en su contra. En cada minuto de ictus se pierden 2 millones de neuronas; por cada hora de ictus se sufre un envejecimiento acelerado de 3,6 años. Una ambulancia lo trasladó de inmediato desde el hospital de Villarrobledo al de Albacete. Estando ingresado le ocurrió de nuevo. Habían pasado más de cuatro horas y media desde que tuvo los primeros síntomas, ya no era posible administrarle los fármacos trombolíticos para disolver el coágulo de sangre que estaba matando su cerebro.
«Tuve la suerte del siglo», dice Jesús, consciente de que está vivo y sin secuelas gracias a que pudieron quitarle ese trombo y despejar su arteria con una técnica mecánica que se aplica en Albacete desde hace menos de un año y que no está disponible en todos los centros sanitarios del país, «si me llega a dar en Málaga, donde estuve la semana anterior de vacaciones, no lo cuento», sentencia este paciente a quien le asoman las lágrimas en los ojos.
Esta técnica, conocida como trombectomía, consiste en meter un catéter por la femoral y desde ahí navegar por el cuerpo, atravesar el corazón, buscar la carótida y llegar hasta el cerebro, localizar el trombo y extraerlo con una especie de muelle. Como si fuese un sacacorchos.
A Jesús, además de sacarle el trombo, le colocaron un stent en la carótida, aprovechando que para alcanzar el cerebro el catéter debe navegar por la arteria carótida; de esta manera se evita sin necesidad de una nueva operación la repetición de un episodio similar.
El Hospital de Albacete es uno de los pocos del país que tiene montado un dispositivo para ofrecer la trombectomía cerebral aguda los 365 días del año, las 24 horas del día. Dispositivo que obliga a tener siempre en guardia a un anestesista y un neurólogo o radiólogo capaz de hacer esta intervención.
«El tratamiento ha demostrado su eficacia, salva vidas, por tanto es antiético no dárselo a un paciente que cumple los criterios y los servicios de salud tendrán complicado explicar porque en Madrid o en Albacete sí se ofrece esta técnica y en Soria o Logroño no», dice rotundo Tomás Segura, tras relatar los obstáculos que ha tenido que superar el Servicio de Neurología para llegar a ofrecer la trombectomía. «Hemos luchado, pensando que igual que se hace con el corazón ante un infarto, ¿por qué no se hacían intervenciones para salvar el cerebro que es lo que nos hace ser como somos?».
Con recursos propios, obtenidos de los ensayos clínicos que hacen, costearon la formación del doctor Francisco Hernández, un neurólogo que acababa de terminar la residencia en este servicio. Tres meses en Pittsburgh primero y tres años en el Hospital de La Arrixaca de Murcia, permitieron a este joven neurólogo traer esta técnica a Albacete en diciembre del 2014. Los seis primeros meses de trabajo se los pasó pegados a un busca, siempre disponible, hasta que otros tres radiólogos se sumaron al equipo. Ahora son cuatro las personas que practican trombectomías en Albacete, desde donde se da cobertura a la mitad de la población de Castilla-La Mancha que requiera esta intervención. La otra mitad se cubre desde Toledo.
Hasta la fecha, son 30 los pacientes de Albacete que se han beneficiado de esta intervención. Los resultados son alentadores, «a veces, ocurre la desgracia de que aunque limpies las arterias al cerebro al paciente le quede un gran infarto cerebral que le deje incapacitado, pero lo normal es que si retiras el trombo de la arteria antes de las 6 horas, el paciente se recupere y pueda ser la persona que fue, puede volver a ver la televisión, sacar al parque a sus nietos y disfrutar de una partida de dominó», describe Tomás Segura.
Aunque advierte que no son solo las personas mayores las que sufren un ictus, «también tenemos pacientes de 20 o 40 años, por ejemplo ictus que ser producen por un traumatismo, un golpe de un balón o una rodilla del adversario en un partido de fútbol, te afecta a la carótida interna, te produce una embolia que tapa la cerebral media y que si no se extrae a tiempo acaba con tu vida y tus ilusiones a los 20 años».
Cuatro veces más. El tratamiento del ictus ha avanzado a pasos agigantados en los últimos años. Hasta hace poco más de 15 años ni tan siquiera había neurólogos de guardia las 24 horas en el hospital y muchos ictus ni se identificaban. Poco había que hacer por estos pacientes. No fue hasta el 2003 cuando se empezaron a hacer trombolisis para destruir con fármacos los émbolos que obstruían las arterias del cerebro, igual que se venía haciendo con las del corazón.
En 2004 se trataron en España 415 pacientes, 26 de estos tratamientos se hicieron en Albacete. Diez años después los beneficiados se han cuadruplicado. Solo en 2014 se hicieron 102 trombolisis en nuestro hospital.
No es que los casos de ictus se hayan multiplicado de esta manera. Si no que ahora se diagnostican y llegan a tiempo de ser tratados muchos más. En 2009 se diseñó el Código Ictus de Castilla-La Mancha. A través del 112, ambulancias, helicópteros y centros sanitarios se coordinan para que cualquier paciente de ictus llegue a tiempo de ser tratado. Los ciudadanos han ganado en conciencia, saben que ante el primer síntoma deben pedir ayuda. En los seis años de vigencia del Código Ictus se ha activado en la región en más de 1.700 ocasiones. En 104 minutos, de media, llega el paciente a un hospital desde que se notan los primeros síntomas, un tiempo que está por debajo de los 120 minutos, que es el marcador de la calidad de los servicios sanitarios de emergencias en el ictus.
Los protocolos sanitarios también se han flexibilizado, al principio no se atrevían a tratar pacientes con más de 80 años o que estaban recibiendo anticoagulantes como el popular Sintrom. Ahora sí. No solo el tratamiento farmacológico ha salvado vidas, sino que esta mejora en el tratamiento ha venido de la mano de la creación de las Unidades de Ictus, atendidas por personal de enfermería propio formado específicamente para controlar la evolución de las personas que han sufrido un ictus. «La zona muerta del cerebro al principio del ictus es pequeña, lo que se trata es evitar que se expanda y para eso es vital la vigilancia de enfermería que debe estar pendiente de la glucemia, la temperatura, la tensión arterial y el manejo adecuado de los fármacos».
Con la trombectomía se ha dado un paso más, tanto es así que ha obligado a modificar el Código Ictus de la región. La esperanza de llegar a tiempo es mayor, porque el margen para intervenir es de hasta 6 horas, incluso 8 horas en casos seleccionados, frente a las cuatro horas y media de los fármacos. Además, permite dar una segunda oportunidad a aquellos pacientes a los que la medicación intravenosa no les ha funcionado o tratar a enfermos que por otras circunstancias no se pueden beneficiar de los trombolíticos.
«Si una persona recién operada de cadera hace un ictus, cosa nada extraña, no le puedo administrar un trombolítico porque puede tener una hemorragia mortal, pero sí que puedo extraerle el trombo de forma mecánica», explica gráficamente el doctor Segura. Hospitales de Cataluña, Madrid y Murcia fueron pioneros hace años en la aplicación de esta técnica con buenos resultados, aunque ha sido ahora en fechas recientes cuando seis estudios científicos evidencian su eficacia.