Arranca la última semana de noviembre y la primera de diciebre, con las luces de Navidad a punto de encenderse y, con ella, el periodo de mayor consumo del año. En las próximas semanas, las economías familiares harán el gran esfuerzo en el comercio y en la cesta de la compra, y después vendrá la temida cuesta de enero, que este año asoma con lastres añadidos e incertidumbres que pesan más de lo deseado. Es ahora cuando varios sectores -no solo la hostelería- se juegan medio cajón del año. El periodo navideño, ampliado a finales de noviembre por el efecto del importado y exitoso black friday, puede determinar la continuidad o no de negocios a pie de calle atenazados por el imperio online y, sobre todo, por los vaivenes de la capacidad de consumo de las familias, que llevan casi dos décadas inmersas en una sierra de picos en la que la desconfianza es casi un mecanismo de supervivencia.
A pesar de estar amainando, la inflación acumulada se hará patente como nunca antes en los próximos días. Eso ahondará en el vaciado del ahorro particular que ya detectan las entidades bancarias y que más pronto que tarde se transformará en una contención del consumo, y será bueno si se queda ahí. Tampoco las grandes apuestas, como la adquisición de vivienda, un sector que, le pese a quien le pese, es necesario mantener vivo y sano para que la economía española funcione en parámetros aceptables, viven su mejor momento. Por un lado, el BCE prevé estabilizar y bajar los tipos de interés a medio plazo, toda vez que la subida de precios se detiene y hay economías europeas caminando sobre el alambre de la recesión, caso de la todopoderosa Alemania. Por otro, el nuevo Gobierno sostiene un mensaje populista que genera una legítima desconfianza en el marco jurídico y fiscal que se va a imponer en España en los próximos meses y años. Cuando la propiedad es el saco de las patadas del Ejecutivo, malo.
Los inversores internacionales, por su parte, ya han dicho con toda claridad que en un país sin seguridad jurídica no se invierte o se invierte lo justo, y ese país, hoy, es España. Nadie sabe hasta dónde deberá postrarse Pedro Sánchez con la amalgama imposible de socios de investidura que arrastra, ni tampoco hasta dónde cederá en los postulados de Sumar, que sigue empujando del gasto público sin dar más alternativa que la de incrementar la presión fiscal sobre el tejido productivo, el enemigo a los ojos de todas las declaraciones que emanan del partido creado a imagen y semejanza de Yolanda Díaz y que maneja cinco carteras ministeriales, entre ellas la de Trabajo. Sí, vienen días de celebrar, pero mucho cuidado con la resaca.