Con sonrisas pero también alguna lágrima, los cerca de cuarenta niños que han pasado el verano en Albacete tras participar en el programa Vacaciones en paz dijeron ayer adiós a sus familias de acogida albacetenses y emprendieron su viaje de retorno hasta los campamentos de refugiados en Tindouf (Argelia) en los que viven.
A la despedida también asistieron Llanos Navarro y Lucrecia Rodríguez de Vera, concejalas del Equipo de Gobierno. «El día en que se van tienes sentimientos encontrados. Te da pena que se marchen pero los ves contentos porque vuelven con sus familias, a su mundo, donde son muy felices, y eso te reconforta», reconoció Llanos Armero, secretaria de la Asociación de Amistad con el Pueblo Saharaui y que este año ha acogido a tres niñas, dos de ellas de ocho años y una de nueve.
Lejos de las duras condiciones y altas temperaturas que se alcanzan en el desierto argelino durante el periodo estival, los pequeños saharauis han podido disfrutar «de un verano como cualquier otro niño de su edad, montando en bicicleta o yendo a la piscina y a la playa».
Hermandad. Además, también pudieron compartir experiencias con otros niños saharauis al participar en las actividades colectivas que se han organizado desde la asociación, que impulsa Vacaciones en paz con la colaboración del Ayuntamiento, y se han sometido a distintas revisiones médicas, entre ellas oftalmológicas y dentales, para detectar cualquier problema de salud y recibir atención sanitaria en caso necesario. La mayoría vienen sanos pero otros años se han diagnosticado enfermedades graves y algún niño se ha tenido que quedar en invierno en Albacete con el fin de seguir con sus tratamientos, según relató Armero.
Para la albacetense, «la experiencia es maravillosa y muy gratificante", tanto para los pequeños como para las familias de acogida, destacando asimismo la importancia de que España continúe manteniendo los lazos con el pueblo saharaui.
«Ellos vienen con las manos vacías pero con el corazón lleno de ternura», subrayó, aprovechando para animar a las familias a participar en el programa en el futuro. "Yo empecé hace siete años y estamos muy vinculados toda la familia. Una vez que empiezas, se te mete la arena del desierto en las venas y ya no te puedes desligar», aseguró.
Por ello y aunque las tres niñas que han acogido este verano ya se han marchado de Albacete, el vínculo continuará: «Las redes sociales permiten mantener el contacto con ellos en los campamentos. Hacemos videollamadas. Las dos familias estamos ya unidas».