Fernando Alfaro, además de músico, una faceta por todos conocida en sus grupos, como Surfin Bichos, Chucho o como solista, es escritor. Después de su novela breve Pere y María, regresa con Mundo Turbio, que presentó en Popular Libros. Además, mañana tiene, a las 19 horas, otra cita en la Casa de Cultura José Saramago, en el Día Mundial de la Poesía, dentro del ciclo Más poesía, donde recitará sus canciones, una magnífica ocasión para acercarse a esa otra faceta del compositor, al universo de sus letras. El músico y autor habló con La Tribuna de Albacete de novela y poesía.
¿Qué hace un músico metido también a novelista?
Intentar contarse, lo mismo que hace escribiendo canciones, pero en tramo largo.
¿Quién es Ángel Turbio?
Es el personaje protagonista de la novela, no soy yo. Obviamente, en todo lo que uno escribe, en ficción hay mucho de realidad, de biográfico, en general, de vidas ajenas y más o menos cercanas, pero hay ficción, la libertad de que pueda ocurrir cualquier cosa que interese para la trama al autor. Las pautas a las que me he tenido que acercar o ceñir en algunos casos, eran mis propias canciones. El planteamiento era escribir una novela sobre mis canciones, sobre la gran mayoría de ellas. No todos los personajes de la novela son los que ya existían en las canciones, sino muchas de las situaciones, muchas subtramas de la novela son narraciones de las canciones. Entonces, la escritura fue libre, porque estás escribiendo una historia totalmente diferente, que podría ser realidad. Hago un poco la comparación con la novela histórica, escribes una obra que es ficción, en un contexto, con una serie incontrovertible de hechos a los que te tienes que ceñir, no puedes traicionarlos. En mi caso ha sido parecido.
Como dice el editor, ¿un mundo entre la picaresca y Céline, el autor?
Bueno, son las notas de mi editor, lo que no viene mal tirado, porque la picaresca, aparte de ser mi tradición y ser muy ibérica, como soy yo, como músico y escribiendo, hay mucho de mi tierra en mis huesos. La picaresca es novela callejera, y lo que yo cuento es la historia de gente que se ha tenido que buscar la vida en las calles, utilizando mucha picaresca. En cuanto a Céline, mi estilo es muy diferente. Yo he leído su Viaje al fin de la noche y ese estilo trepidante en el que ocurren muchas cosas y la trama te lleva a sitios distintos; en ese sentido, sí. Eres muy lírico en un momento y, de repente sueltas una brutalidad, de sopetón, puede haber cierto paralelismo.
También se ve la evolución de este personaje.
Claro. Muestras una evolución, una transformación. En el caso de esta novela, como otras de este tipo, abarca toda la vida del personaje y es inevitable, por supuesto, que haya alguna transformación. Hay tendencias que se perciben en la novela, como la tendencia a quedarse solo siempre. Es una maldición que tiene, como supervivir. Su transformación es una cierta mística y termina, de alguna forma purificándose, haciéndose alguien más limpio, digamos.
¿Se cuelan las vivencias del músico en el relato?
Hay una decisión consciente de no hablar de música y apenas hay referencias, muy de soslayo, a algunos temas relacionados con la música pop en particular. No es la vivencia de un músico, en absoluto, aunque sí hay un personaje que se dedica a la música, que no es el protagonista, pero es algo incidental. La relación con la música más obvia es que son mis canciones las que están continuamente jugando en la narración de la novela y se incluyen al final del libro, tiene ese contenido o ese peso musical. Quien se interese por la novela sin conocer mis canciones puede llegar a esas canciones a través de la novela, es la mayor relación que tiene con la música.
¿Esas canciones con como una guía para el lector?
Lo explico en las instrucciones de uso, digamos, porque hay varias formas de leerla y, desde luego, quien conozca las canciones, tiene algo más de información, pero no son imprescindibles las canciones para la lectura, pero es una forma de llegar más allá.
Además, de esta presentación, interviene mañana en el ciclo Más poesía, en la José Saramago, en el que recitará. ¿Son sus canciones poesías?
Pues esa es la gran pregunta. Desde el campo de la poesía, siempre me dicen que sí, pero no lo sé, aunque hay una proximidad, eso está claro. Obviamente, la letra de una canción es eso y se tiene que plegar a una melodía concreta. Para mí, la prueba del nueve, se va a ver el jueves en la Casa de Cultura José Saramago, porque es la primera vez en mi vida que voy a leer, no a cantar, canciones mías. Ahí se verá como funciona. Ahora, creo que va a tener sentido, porque hay otro ritmo y es diferente claro a cantar. Yo comenté hace poco que era como observar las tripas desde otro ángulo.
Tiene todo el sentido, es literatura y hay otro señor, músico también, Bob Dylan, reconocido como Premio Nobel de Literatura. La Academia reconoce también las letras como literatura, poesía.
Pero eso es reconocimiento desde la alta cultura. Que desde el mundo literario se acepte a un advenedizo fue muy importante. El Premio Nobel se lo dieron por sus canciones y está muy bien que haya un reconocimiento desde la alta cultura a outsiders, como los que venimos del mundo de la música.
¿Habrá otra novela después de Mundo Turbio?
Probablemente sí, porque me gustó la experiencia del trabajo diario, esa mezcla entre inspiración y trabajo febril, casi enfermizo de que pasen las horas y no te has dado cuenta. La mezcla de eso con la disciplina que exige un texto largo, de trabajo de horas todos los días. Esa combinación me ha resultado muy satisfactoria y es muy probable que salga algo más.