Revivir a Galdós y darle voz en la ficción. Tal es el nuevo libro de Javier López-Galiacho y que, editado por Pigmalión Candilejas, saldrá a la venta dentro de unas semanas. Como prácticamente en todas las actuaciones privadas y públicas de este polivalente intelectual paisano, Albacete es siempre de manera directa o indirecta protagonista o denominador común. Más en este caso, ya que El lector de Galdós, redactado en formato de obra teatral, cuenta la visita del extraordinario escritor canario a nuestra capital en octubre de 1903 con motivo de la representación de Mariucha en el Teatro Circo. Pero no se queda ahí la cosa, ya que el actor Pepe López Alonso, bisabuelo de Galiacho, durante la última década de vida de Galdós, cuando éste se queda prácticamente ciego, es quien se encarga de leerle en plan privado todo lo que le interesaba al escritor. De ahí el título del libro.
Como es lógico, la visita a Albacete del escritor, quien dada su notoriedad y popularidad -no en vano Javier le considera «el mejor novelista español de todos los tiempos»- constituyó una auténtica revolución para la ciudad, que a nivel de autoridades, prensa y público, se volcó con él y llenó a reventar el Teatro Circo en las representaciones de Mariucha. Máxime cuando sus intérpretes eran la legendaria María Guerrero y su marido Fernando Díaz de Mendoza, que se hospedaron en el hotel Francisquillo, junto al propio coliseo de la calle Isaac Peral.
Toda esta historia ocupa una parte destacada de El lector de Galdós junto a las experiencias que vivió el bisabuelo de Galiacho. Y que después de la muerte del escritor fue contando a su hijo el doctor Emilio López -que ejerció en Albacete «dejando un rastro de bonhomía», precisa con merecido orgullo su nieto-, esas interesantísimas vivencias que luego se han transmitido familiarmente. Pero que no habían trascendido y es otras de las razones de El lector de Galdós.
No figura en el libro, pero hubo una decisiva influencia para su creación, la de otro destacado intérprete, magnífico actor, «y mejor persona», puntualiza de nuevo Javier. Se trata de Manuel Galiana, presidente de honor de la Asociación de Amigos del los Teatros históricos de España, sucesora de la de Amigos del Teatro Circo, que fundó Galiacho y logró el milagro de recuperar este magnífico escenario.
Porque en 2020, llegado el centenario de la muerte de Galdós, el autor del libro le comentó a Galiana la historia de la relación con su bisabuelo y su apoteósica visita a Albacete. Y el actor tuvo la sensibilidad de decirle que eso no se podía perder, y que «la buena pluma literaria» de Javier debía escribirla íntegra. Entonces, al paisano se le ocurrió hacerlo dándole forma de obra teatral, inspirándose en lo que había heredado de abuelo y padre y «poniéndole voz a Galdós», como afirma.
De hecho, una vez que el libro se presente en Madrid y Albacete, sede doble de Amithe, la idea es que El lector de Galdós se suba a los escenarios con Galiana en el papel del escritor canario. Por supuesto estrenándola en el Teatro Circo en lo que sería, y será, uno de los acontecimientos teatrales españoles más importantes. De forma que el coliseo añadiría más prestigio del que ya goza dentro del panorama nacional, también para alegría de Javier.
«Es cierto que ahora somos un referente en protección, difusión y promoción de los teatros históricos, pero cuando fundamos Amigos del Teatro Circo, en 1994, nuestro único objetivo era recuperarlo, volver a abrir este patrimonio sentimental y arquitectónico de los albacetenses. Luego estamos contentos de que por medio de este grupo, Albacete tenga ese prestigio en España, ya que todo fue creciendo y los premios Isbert y Arcos nos han dado mucha fuerza».
En definitiva, otro gran servicio y contribución a Albacete que sumar a la familia Galiacho en general y a Javier en particular. Aunque, eso sí, este amor por la tierra y lo mucho que ha hecho por la misma no quita para que remedando a otros dos magníficos escritores, Larra y Unamuno, a los que con un siglo de diferencia, les dolía España, a él le acontece con Albacete y analice lo que no le gusta y debería variar. A pesar de que en las tres décadas que lleva residiendo en Madrid, ha notado un positivo cambio de nuestra imagen, ya lejos de aquello de «una vieja y un viejo».
«Es verdad, y me congratulo como tantos otros paisanos que a nivel individual también han trabajado por ello, pero no es menos cierto que nos miramos mucho el ombligo, quizá porque históricamente nos han arreado mucho. Y tienen que venir de fuera para decirnos que tenemos un pedazo de ciudad, que crece y crece, eso sí, sin estrategia alguna. Que es alegre y divertida y que cada vez más estamos rompiendo ese fario de que éramos una ciudad de paso. Ya nos dijo Azorín eso de albacetenses poseéis la más alta de las humildades, pues siéndolo todo, os creéis nada.
humor albacetense. Hay una palabra muy paisana, la de samuguismo, que quizás exprese y resume esa humildad excesiva y contraproducente, como juzga Galiacho, aunque también cree que el samuguismo nos defendió como aldea íbera y nos definió hasta el siglo pasado. «Pero ya mi generación comenzó a salir fuera, a ir a estudiar a Madrid o a los Erasmus europeos. Y además, esos jóvenes albacetenses han vivido una ciudad abierta que no pide carné de identidad a nadie».
Lo que con su capacidad de análisis le lleva a promulgar una original idea al respecto: la de que «el verdadero rompeolas de las España, de Antonio Machado, dejará de ser un Madrid muy caro, que actualmente discrimina ya por sueldos». Con lo que considera que Albacete será un puerto de acogida y de despegue. Aunque no oculta por ello que se necesiten dirigentes locales «que sepan verlo».
Se logre o no en el futuro inmediato tal cometido para la tierra, lo que es evidente es que gran parte de ese cambio de imagen de Albacete se debe al humor. A esa retranca propia de la gente que nos hace parecer epidémicamente serios, pero que en el fondo es muy irónica, con esa sexta marcha que otros no poseen. «Ha sido una forma de defendernos de años de aislacionismo nacional», sostiene. Y también en este serio asunto del humor -y valga la paradoja- Galiacho aporta otro pensamiento muy original: «Al que entraba en Albacete lo mediamos mucho con esa retranca que no es manchega, ojo. Es típicamente albacetense y tremendamente sutil».
Por supuesto que personaliza en los responsables del boom que disfruta nuestra agudeza e ingenio, empezando por el genial Cuerda -»el padre de todos», precisa-, los Reyes, Sevilla, Cimas, Goyo Giménez, y otros tantos, «que han creado un género nacional con el humor albacetense, que, insisto, no es manchego, sino nuestro».