Devoción y precisión en la Procesión de las Palmas

E.F.
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La salida de la querida 'borriquilla' de la Catedral no sólo es un acto de fe, también una operación delicada que requiere concentración y exactitud milimétricas

Devoción y precisión en la Procesión de las Palmas - Foto: Rubén Serrallé

Cuando alguien alcanza la maestría en su labor, hace fácil lo difícil; lo más complicado se vuelve simple y todo discurre con naturalidad, como si no nunca se hubiese ensayado miles de veces, que es lo que se vio este domingo cuando la 'Borriquilla' salió de la Catedral.

Sólo media hora antes de la Procesión de las Palmas, la Plaza de la Virgen de los Llanos era un caos gozoso. El cielo estaba cubierto pero había buena temperatura, una brisa suave y decenas de corrillos en los que nazarenos, público, cornetas y tambores iban cada uno a lo suyo.

Los fieles salían y entraban del templo, familiares y amigos se saludaban y esperaban acontecimientos con un poco de 'charleta' intrascendente hasta que a las 12 menos cuarto en punto las puertas del templo se cerraron y todo cambió de golpe.

Para cuando se volvió a abrir unos segundos después, todo había cambiado. Las palmas para recibir a Jesús se veían por encima de las cabezas, dispuestas en hileras. Las autoridades, con el alcalde en cabeza, se pusieron a la siniestra, en el lado izquierdo del portón.

Por el mismo, portado por los miembros de la Cofradía de Nuestra Señora del Mayor Dolor, salió el paso de la entrada del Nazareno en Jerusalén, a lomos de la querida 'Borriquilla'. Acompañaban al paso el Obispo, Ángel Fernández, y la Junta de Cofradías de Semana Santa.

Comenzaba una operación de auténtica precisión quirúrgica, porque llevar a la 'Borriquilla' hasta el inicio de la calle Rosario requiere un cuidado extremo. Hay que dar tres giros consecutivos de 90 grados y, además, el segundo de ellos cuesta abajo, nada menos.

Y aquí es donde se ve la maestría no sólo de los cofrades, también del público. Porque en un espacio tan limitado como es la plaza contigua a la Catedral, el sitio hay que hacerlo, y lo hacen los fieles, como movidos por la batuta de un director invisible.

Si la imagen avanza, ellos retroceden; si una gira en una dirección, los otros en la contraria y todos, sin excepción, se mueven al unísono, porque siguen el ritmo que les marcan las cornetas y tambores hasta que, por fin, el Nazareno llega hasta el cruce de Rosario con Martínez Villena.

En comparación a todo lo anterior, lo que queda es simple. Rosario, Caba, Blasco Ibáñez. En Hermanos Jiménez, este año tocaba hacer un pequeño 'requiebro' en la Plaza San Juan de Dios, a causa de unas obras que no se pudieron terminar a tiempo.

Claro que en comparación al inicio, este cambio parece 'peccata minuta'. Poco después de superar este último obstáculo, la Procesión de las Palmas llegaba a la Iglesia de Fátima, que marca el punto y final. Hoy, Lunes Santo, por la tarde, será el turno de la procesión de los niños.