Casi todos recordamos lo que estábamos haciendo tan día como mañana hace 20 años, es decir, el 11 de marzo de 2004, sin duda uno de los peores días de la historia de nuestro país. Los atentados en las estaciones madrileñas, con Atocha como punto principal fue como una puñalada en el corazón de cada español. Y eso es que éramos un país acostumbrado terrorismo etarra, pero la brutalidad de estos atentados nos hizo mucho daño y en varios sentidos.
El 11-M es una fecha negra de la que se cumplen ahora 20 años, pero no solo para España. Fue el primer y más duro golpe en Europa occidental del terrorismo islamista tras las Torres Gemelas, que en las primeras dos décadas del siglo XXI dejó su rastro sangriento en otras muchas ciudades del continente, de París a Londres, pasando por Bruselas o Berlín.
Justo dos años y medio después del 11S, el atentado más grave de la historia de Estados Unidos, con casi 3.000 muertos, Al Qaeda decidió actuar en Madrid y acabó con la vida de 192 personas. El yihadismo había ido acercándose al territorio de la Unión Europea, atentando en 2003 en Casablanca y Estambul, pero aquel 11 de marzo de 2004 marcó el inicio de una larga serie de brutales ataques en suelo comunitario reivindicados por grupos o lobos solitarios vinculados o inspirados por Al Qaeda y el Estado Islámico.
En aquella fecha los españoles nos dimos cuenta qué tipo de clase política teníamos. El atentado terrorista del 11-M marcó la recta final de aquella campaña electoral, en la que el Gobierno de José María Aznar mantuvo prácticamente hasta el último momento su tesis sobre la autoría de ETA, mientras los socialistas reclamaban la verdad al Ejecutivo.
Tres días después llegaron las elecciones y el 14 de marzo el PSOE ganaba las elecciones y José Luis Rodríguez Zapatero se convertía en presidente de Gobierno. Y aunque no está claro hasta qué punto este atentado tuvo influencia en la victoria de Zapatero, lo cierto es que la participación electoral aumentó considerablemente y el PSOE fue a la contra de las encuestas, al quedar finalmente como primera fuerza con 164 escaños, 39 más que en la anterior legislatura.
Está claro que el terrorismo islámico sembró de terror aquellos años y, aunque parece que su actividad ha disminuido considerablemente en Occidente, durante estas dos últimas décadas hemos estado viviendo en alerta máxima, conviviendo con el miedo de que en cualquier rincón apareciera un terrorista suicida, una bomba o una furgoneta atropellando a los transeúntes de forma indiscriminada.
El peligro no ha pasado, está claro que seguimos viviendo con esa tensión, aunque ya acostumbrados a ello, pero desde aquel fatídico 11 de marzo algo ha cambiad dentro de nosotros.