Dos siglos después del expolio británico de los famosos mármoles del Partenón como excusa para salvarlos de una posible destrucción otomana, el todopoderoso British Museum podría devolver ahora estas esculturas a su legítimo propietario, el Estado griego, para que el templo consagrado a la protectora de Atenas, Atenea Pártenos, luzca de nuevo en todo su esplendor.
Aunque hay más museos que poseen piezas del Partenón -como el Louvre, el Nacional de Dinamarca o los Museos Vaticanos-, la polémica se centra en el Británico en buena medida por la controvertida figura de Thomas Bruce Elgin, embajador ante el Imperio Otomano y quien se llevó las piezas para supuestamente protegerlas del poder turco.
Los mármoles -en total 15 metopas, 17 figuras de frontones y 75 metros de friso- llegaron a Londres de la mano del noble, que planeaba utilizarlos para decorar la mansión de Broomhall, la casa familiar de los Elgin en Escocia. Aquejado por las deudas, se vio forzado a venderlos al Parlamento por 35.000 libras, dando inicio a uno de los litigios culturales más complejos de la Historia.
La Comisión Británica para la reunificación de los mármoles del Partenón recuerda que Elgin se llevó otras esculturas de la Acrópolis más allá de los mármoles, si bien Grecia no ha exigido la devolución de las 108.184 piezas que posee el museo, de las cuales solo 6.493 están en exposición.
Los griegos llevan décadas pidiendo la devolución de los mármoles del Partenón. Según el Gobierno heleno, estos frisos fueron «saqueados» y por lo tanto es de justicia que les sean devueltos. Sin embargo, el Reino Unido ha sido reticente hasta ahora al regreso de un patrimonio que considera propio y sobre el que siempre ha argumentado que fueron «adquiridos legalmente».
Más de 200 años después del saqueo que realizó lord Elgin para su propio provecho, parece que ambos países hacen las paces para que el templo griego más conocido del mundo vuelva a deslumbrar a atenienses y visitantes con unas maravillas del mundo antiguo que nunca deberieron haber salido de su lugar de origen.
Préstamo permanente
Sin embargo, a nivel de detalle, la devolución no parece tan sencilla, y eso a pesar de que las partes están de acuerdo. El principal escollo para la repatriación podría ser una ley del Reino Unido que data de 1963 y que regula el funcionamiento del Museo Británico. Esta norma impide expresamente a la galería -declarada independiente del Gobierno- retirar piezas de su colección.
No obstante, la solución para devolver las esculturas podría ser el préstamo temporal o permanente a Grecia, algo que sí está permitido en la normativa, aunque esta posición ha sido rechazada en reiteradas ocasiones por Atenas, que reclama la propiedad griega de todos los mármoles.
Pese a ello, la institución se resiste a dar pasos a favor de la restitución por el temor de que esto pueda sentar un precedente para que otros países, como es el caso de Egipto con la Piedra Rosetta o Nigeria con los Bronces de Benín, y se reclamen los miles de piezas que descansan en sus vitrinas. Alrededor de 900 objetos procedentes de la expedición británica de 1897 en la capital del antiguo estado africano permanecen en el British Museum.
La reciente dimisión de Hartwig Fischer como director del Británico por el escándalo del patrimonio robado ha disparado aún más las críticas contra la institución, que ha defendido -como parte de su discurso colonial- que las piezas que posee de distintas culturas están a buen recaudo frente a la falta de recursos de los países de origen y la fragilidad, en este caso, de los mármoles de Elgin.
Esa narrativa se vio en parte desmontada cuando decidió en 2014 prestar al museo del Hermitage, en San Petersburgo, una escultura del dios Iliso. Este movimiento fue tildado por el entonces primer ministro griego, Antonis Samaras, de «provocación».
Una cuestión «sagrada»
Para Cármen Sánchez, catedrática de Historia del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid, los mármoles son una cuestión «sagrada» para los griegos, puesto que «forman parte de su pasado», arraigado en la civilización de la Antigua Grecia.
No obstante, cuestiona que se centre la atención en el Británico cuando otros imperios y civilizaciones, como los persas, se han lucrado a lo largo de la historia de saqueos. «Habría que desmontar todos los museos universales», plantea, poniendo el ejemplo de la estatua de la Acrópolis del jinete Rampin, cuya cabeza está en el Louvre.
El nacionalismo griego ha mantenido una postura firme en la reclamación de los mármoles por ser un símbolo de su identidad nacional. Estas demandas han venido acompañadas de esfuerzos diplomáticos para poner fin a una disputa que lleva más de 30 años abierta.
Si bien el ex primer ministro Rishi Sunak canceló las reuniones con su homólogo griego en noviembre de 2023 para intentar resolver la crisis y rechazó los llamamientos de la Unesco para la restitución de los mármoles, el actual jefe del Ejecutivo laborista, Keir Starmer, ha acelerado las conversaciones con Atenas.
Una de las alternativas que se barajan frente a la derogación de la ley de 1963 es la creación de una legislación específica similar a la ya existente para la restitución de bienes culturales expoliados durante la Alemania nazi. Esta nueva norma permitiría hacer una excepción con los mármoles, evitando así una reacción en cascada.
Otra de las posibilidades es, según plantea la profesora Sánchez, que haya un intercambio de piezas entre museos, aunque esta vía parece poco probable, ya que Grecia no cuenta con objetos que puedan compensar esa «pérdida» de los mármoles.
A este maremágnum diplomático, legal y jurídico se añade una legislación internacional encabezada por la Unesco contra el saqueo y el tráfico ilícito del patrimonio cultural que reconoce el derecho a la restitución y que data de 1970. Si bien esta norma no incluye piezas robadas en propiedades privadas y tampoco se aplica con anterioridad a la fecha a la que entró en vigor.
Grecia denunció el caso ante la Unesco por primera vez en 1983. Desde entonces el organismo, que no emite dictámenes vinculantes, ha instado a las partes a retomar el diálogo para superar esta disputa.
En el marco del arbitraje internacional, Turquía se posicionó a favor de Grecia y reconoció que no tienen constancia de que haya documentos oficiales emitidos por el Imperio Otomano que autorizaran a Elgin a trocear los mármoles para luego llevárselos a Londres metidos en cajas. La operación de despiece del Partenón fue tan caótica que uno de los barcos que transportaba las piezas, el Mentor, se hundió cerca de la isla de Citera.
Una vida de 'sufrimiento'
La historia del Partenón en la Acrópolis de Atenas es el relato de un monumento que ha sufrido mucho desde el año en el que finalizaron sus obras de construcción tras el encargo de Pericles, en el 438 a.C. El templo se levantó según el proyecto de los arquitectos Ictino y Calícrates y bajo la supervisión de Fidias, conocido como el gran escultor.
El edificio, consagrado para la diosa Atenea, se transformó en una iglesia cristiana en el siglo VI y, posteriormente, con la conquista otomana en el siglo XV, en una mezquita. Más tarde, lejos de resurgir, el templo griego decayó aún más hasta que definitivamente se sumó en el ostracismo en 1687 cuando un depósito de munición turco en el interior del inmueble estalló a causa de los bombardeos venecianos. La mayor parte del edificio quedó destruido y aproximadamente el 60 pro ciento de los relieves y estatuas cayeron al suelo.
A esa Acrópolis tan degradada se asomó en 1806 Thomas Bruce, conde de Elgin, que con el visto bueno de los ocupantes turcos se hizo con los famosos mármoles del Partenón. Ahora, ya solo queda que Londres cierre su promesa y las esculturas regresen a la tierra de Homero.