Dijo Mahatma Gandhi que «cuando el ego muere despierta el alma» y es que el ego como palabra, como concepto y como acción será un problema cuando te controla y cuando tomas muchas decisiones desde él.
Vivimos en una sociedad destructiva más que constructiva. El materialismo nos ha absorbido en su red tupida, rompiendo valores y normas, provocando insatisfacción constante y llevándote a unos derroteros incontestables. Tal vez, ese es un campo abonado para que los egos hayan campado a sus anchas y multitud de personas nos encontremos inmersos en convencionalismos y provocaciones constantes para adecuar nuestro ego al mecanismo de esta sociedad deshumanizada y egoísta.
Y así es. Los políticos actuales creen que su palabra o su acción es incontestable porque parte de ellos como responsables políticos que han sido votados por el pueblo y eso es más que suficiente para decidir todo aquello que considera su particularismo específico y personal. Los científicos no aceptan opiniones de «otros» agentes sociales que quizás puedan tener algo que decir en muchos de sus mecanismos de duda y de investigación. Los artistas son seres de «otro planeta» -según muchos de ellos-, y por tanto, su obra es la elegida para convencer o definir sus creencias -tal vez, egos- sin mediar que pueda ser opinada, discutida, incomprendida o desestimada. Los escritores -si han alcanzado la fama- son dioses entre bambalinas, elegidos para convencer y no para compartir. ¿Qué decir de los futbolistas? -dueños y señores del dinero, de la pasión, del amor y odio. Los «periodistas de pacotilla» que dirigen y llenan los espacios del cotilleo, dañadores de la moral, rompedores del amor, pero vistos y revistos por miles de seguidores. Y nos quedarían los artistas de la música, especialmente el mundo de la canción, donde el Olimpo ha encontrado en ellos, su panacea para llenar y llenar páginas de revistas, espacios televisivos, conciertos multitudinarios, etc.
No se acepta un no, es algo que no entra en la disyuntiva de una vida moderna, donde mi coche debe ser mejor que el tuyo, mi piso más grande, mi trabajo el más admirado y mi versión, la elegida.
Porque, amigos, «la humildad nace del espíritu, la humillación del ego» y así es, estas palabras de Alan Cohen nos definen la realidad; y por eso, reflexionemos todos, cada uno de nosotros, y veamos si nuestro ego está ahí, demasiado vivo; y si, así fuera, cambia de actitud, reflexiona, modifica hábitos, déjalo pasar, «porque el amor es feliz cuando es capaz de dar algo y el ego es feliz cuando puede tomar algo».