A Pedro Sánchez le resbala todo, pero las cosas se le están poniendo feas. De nada sirve que el coro de incondicionales presentan un panorama idílico en el que Sánchez es el salvador de la patria, amenazada por la ultraderecha. Ese mensaje ya no se sostiene.
Entramos en la semana de la amnistía, que se aprobará este martes en el Congreso si Puigdemont no ordena lo contrario. Hasta el último minuto ha humillado a Sánchez con nuevas enmiendas que ponen en peligro la constitucionalidad de la ley, por muy alta que sea la disposición de Conde Pumpido a echar una mano. En su círculo no descartan que él mismo decida que no puede pasar lo que claramente no es pasable, porque Puigdemont se ha pasado de frenada en sus exigencias y Sánchez de capacidad para tragar lo intragable.
Con Sánchez acabarán los suyos y la justicia, y ese panorama ya emerge: los socios, incluido Sumar, aprietan hasta ahogarle; Puigdemont está cercado por los jueces, con García Castellón y Llaneras, como abanderados, pero cada hora aparecen más motivos de preocupación para el trásfuga. Se acrecientan los indicios de la vinculación de Putin con el proceso independentismo… con Puigdemont como figura indispensable para alentar a los agentes del presidente ruso.
Tanto ha mentido Sánchez que ha caído en sus propias trampas. Creyó dar un golpe mortal a Feijóo y al PP con el caso Pegasus, porque efectivamente el CNI controló hace unos años el móvil de Pere Aragonés. Cosa lógica por otra parte, lo haría cualquier servicio de información si advierte una operación para revertir el orden constitucional, aunque teniendo cuidado de hacer ese control conforme a la ley. Y efectivamente se hizo legalmente, con autorización del juez adscrito al CNI, tras estudiar la situación previamente.
Le costó el cargo a la directora de los servicios de inteligencia, imputada por un tribunal ante el aplauso del sanchismo. El jefe de gobierno no dudó en señalar al expresidente Rajoy como inductor de ese control a Aragonés… pero las pruebas, las fechas, confirman no solo la legalidad del control sino que fue aprobado por el gobierno de Sánchez, no por el de Rajoy.
Las cosas se le están poniendo regular al presidente y ministros.
No solo votantes del PP -la oposición que preocupa a Sánchez- sino que a socialistas de verdad se les ve hartos de cómo se las gasta el presidente de gobierno: mentiras, asalto a las instituciones, engaño permanente, colocación de amigos en puestos clave para los que no cuentan con ninguna preparación mientras se desprecia a los expertos, instrumentalización del código penal para favorecer a los independentistas, aceptar un terrorismo blando frente a un terrorismo duro…
En círculos socialistas, que no sanchistas, se empieza a mirar hacia Francia, donde prácticamente ha desaparecido el PSF. Una historia centenaria la puede hundir un pésimo líder y peor gobernante.
A ver qué ocurre en esta semana crucial para España, para el independentismo… y para Pedro Sánchez.