Un voluntariado al servicio de la comunidad

Redacción
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La DANA trajo un río, un mar de voluntariado: personas que se han echado a las calles para ayudar en lo que hiciera falta. El pasado jueves, día 5, se celebraba el Día Internacional del Voluntariado, lo que supuso un buen motivo para agradecer

Imagen de un grafiti para agradecer la labor de los voluntarios de la DANA. - Foto: M.C.S.

Nuestra primera mirada es a Letur. Allí Julia Burguillos, voluntaria de Cáritas Parroquial, puede ser la cara que representa a tantas manos y corazones que han hecho presente la solidaridad en momen­tos de necesidad. «Hacerlo con agrado y estar en donde nos precisen son dos ingredientes que no deben faltar», comenta. 

El voluntariado es muy variado. Nazaret Maldonado está en la lavandería con inmigrantes. Pertenece a Justicia y Paz. Para ella, «el voluntariado es una manera de estar en el mundo, de ser consciente y conocedora de las dificultades y las situaciones de injusticia que hay en la vida de otras personas. Es participar de forma activa en posibles soluciones para intentar mejorar, en parte, estas situaciones. Los otros no me son indiferentes, y esto despierta una sensibilidad especial para detectar necesidades». Se ocupa de estar pendiente de las lavadoras, tender, recoger y doblar la ropa, y atender a las personas sin hogar que precisan ese servicio. «La ropa limpia es muy importante», asegura. 

El voluntariado nace de una decisión personal, aunque son muchos los que se sienten enviados por la comunidad. Emilia López vive su voluntariado en la parroquia, con Pastoral de la Salud de la parroquia de Fátima. Ella se siente enviada por la comunidad y tiene presente el texto bíblico, «estuve enfermo y me visitasteis». Emilia comparte: «En mis visitas a enfermos y mayores llevo una palabra de aliento, comprensión y respeto. Escucho y acojo los sentimientos que me comparten. Recibo ternura y cercanía». 

El voluntariado también mira fuera de nuestras fronteras. Herminia García, voluntaria de Manos Unidas en Almansa, afirma: «Luchar por sacar adelante los proyectos de cooperación me da energía, me despierta interés. Mi compromiso es poder mejorar la vida de las personas. Me permite estar más cerca de las diferentes situaciones o realidades que viven las personas en diferentes partes del mundo». 

Aunque el voluntariado cuenta con una gran participación de laicos, también hay sacerdotes invo­lucrados como Miguel Giménez. Es voluntario en la Institución Benéfica Sagrado Corazón de Jesús, donde sirve desayunos en el comedor social. Los martes recoge en la lonja productos necesarios para la cocina. Según Miguel, «se recibe más de lo que se da, y eso te llena de vida». 

Angelines Abellán, además de ser catequista en dos parroquias y participar en el coro de la Eucaristía de la prisión, lleva 38 años de voluntaria en Manos Unidas. Colabora, con alegría, en las actividades que se realizan para sensibilizar y obtener financiación para proyectos en países del Sur. Disfruta cosiendo artículos para el rastrillo navideño y participa en los mercadillos solidarios que les solicitan en los pueblos. 

María José Ruiz es voluntaria de Pastoral Penitenciaria. Cuando va a La Torrecica, tiene presente a Cristo en cada privado de libertad. Valora la oportunidad de acompañarlos y transmitirles el amor y la misericordia de Dios. 

Los voluntarios tienen un campo de actuación inmenso y la satisfacción que se obtiene es mucho mayor y totalmente gratuita. Pedro Sánchez, voluntario de Cáritas Interparroquial de Almansa, no tiene reparo en quitarse tiempo de sus actividades para dedicar tiempo y esfuerzo a colectivos y per­sonas con carencias. 

En una sociedad cada vez más individualista, toca salir de nosotros y ponernos al servicio de los demás sin esperar nada a cambio. Los miles de voluntarios nos lo recuerdan con una sonrisa.